miércoles, 26 de diciembre de 2018

Calcetines rojos

Por hoy sólo publicaré algo del cajón... literalmente.


Recomendación musical: 

*Baby it's cold outside - Esther Williams & Ricardo Montalban 
*Ev'ry time we say goodbye - Ray Charles
* Júrame - María Grever

Картинка с тегом «winter, socks, and coffee»
...cuando Pinterest te falla...
Todos los inviernos, antes de dormir y sin falta, ella se ponía esos calcetines rojos de lana. Le parecían espantosos, tenían franjas cafés y anaranjadas y una fea flor de color azul en el costado, un desbarajuste de colores imposible de mirar fijamente. Pero si había algo que odiaba más que usarlos era despertarlo con el contacto de sus pies fríos.

Aquellos atroces calcetines habían sido un infortunado regalo de su primera navidad casados, embalados en la caja de un perfume carísimo que ella había mirado casi con lujuria, por meses, en la luna de una tienda de artículos finos. A él le había parecido una excelente broma, pero a ella no le hubiera importado arrojárselos a la cara -con todo y caja- de no estar frente a sus suegros.

Los calcetines se quedaron en el fondo de un cajón. Ni siquiera los desenrrolló para verlos, sólo no quería verlos o sentía que pelearía con él de nuevo por culpa de ellos. Pero las peleas llegaron con o sin ese par de horrores de lana.

Él tenía la manía de dejar todo en el suelo, desde ropa hasta trastes sucios. Ella tenía la manía de caminar descalza hasta en casa ajena -si tenía la oportunidad. Y un día, ella pisó con el pie descalzo un tenedor que él dejó tirado. Tuvieron que correr al hospital. Bueno, él con ella en brazos. Veinte puntadas y muletas por dos semanas, tuvo suerte de no infectarse ni de lastimar nervios. Pero cuando él llegó al hospital al día siguiente de la emergencia, con la muda de ropa, todo se fue al carajo: en lugar de zapatos, le había traído aquellos horribles calcetines.

Fue como encender la mecha de una bomba rezagada. Le gritó como si no hubiera un mañana, le echó la culpa de todo lo que se le ocurrió -y hasta de lo que aún no pasaba- para finalmente echarlo de la habitación. Y de la casa. Desgraciadamente para ambos, el orgullo era una de esas cosas que tenían en común, y así él empacó una maleta y se plantó en el sillón de un amigo.

Pasaron meses. Los amigos en común que iban a ayudarla con las tareas del hogar, procuraban no hablar de él dado que ella enseguida ensombrecía el semblante y se iba -para que nadie viera cómo se le descomponía la expresión en la más solitaria de las tristezas. O hablar de ella frente a él, para no tener que ver cómo fingía a voz en cuello que ya no le importaba, mientras se ponía pálido y la sonrisa le temblaba y preguntaba con los ojos cómo estaba ella. Siguieron sin hablarse, mientras la casa se enfriaba alrededor de ella y el sillón -y la estadía- cada vez se volvía más incómodo para él.

El verano y el otoño se pasaron a cuentagotas, y finalmente llegó el invierno. Un invierno que trajo consigo la descompostura de la calefacción y la lavadora, seguido, la mañana antes de Navidad, de un tormentón que terminó por derribar un poste de luz. Ni loca iba a lavar a mano con el frío y la nieve; pero cuando se asomó al cajón sólo encontró los calcetines rojos.

Sintió rabia contra él y contra sí misma. Contra él, por haberse ido, por dejarla con las descomposturas y por no hablarle. Y consigo por... bueno, por todo. Por haberlo echado en primer lugar. Sintió una punzada al tomar aquellos calcetines feos y desenrrollarlos por primera vez en casi un año. Pero entonces, escuchó algo caer. Algo pequeño y metálico.

Persiguió el sonido hasta que se extinguió bajo la cama; tuvo que tantear un rato hasta que por fin dio con un pequeño objeto de forma inconfundible, y cuando al fin lo vio, el mundo se le vino encima.

Era la sortija. Esa que él le había mostrado en el escaparate de una joyería cuando le propuso matrimonio, sólo mostrado porque mientras fueron novios no tenían ni donde caerse muertos. Ésa del gran diamante ovalado, escoltado por dos pequeñas y relucientes aguamarinas, que se convirtió en el símbolo de aquella felicidad que se habían prometido construir, desde los votos en el altar, en una ceremonia tan pequeña que sólo habían podido invitar a sus respectivos padres y hermanos. Esa que, finalmente, él había podido comprarle, pero sólo ahora que él ya no estaba, lo había descubierto...

Se resistió a llorar, se puso los malditos calcetines, botas y el primer abrigo que encontró -que en realidad era una chamarra de él- y dejando el anillo sobre la mesita de noche salió corriendo a por el coche, azotando la puerta al salir. Había sido una estúpida, y no iba a perderlo por haber sido una estúpida. Tenía que bajarse de su orgullo, necesitaba verlo, abrazarlo, pedirle perdón. El auto dio batalla para encender, pero finalmente -patadas y palabrotas después- logró que respondiera y una vez en el camino pisó el acelerador a fondo... para quedar atrapada en el hielo y patinar hasta atascarse en un cerro de nieve sucia. Y luego ya no quiso arrancar.

Se tiró al llanto sobre el volante, furiosa, aterrada, destrozada. No sólo perdería al amor de su vida por un pleito absurdo, ahora encima se iba a morir congelada, atrapada en un auto que no servía,  en medio de la oscuridad y la nieve. Lloró hasta quedarse dormida, mientras la nieve seguía cayendo...

Unos golpecitos en la ventana la despertaron a tiempo. Le dolían los ojos de tanto llorar, y tuvo que limpiar el vidrio para poder ver quién había tocado.

Y ahí estaba él. Abrigado hasta las orejas, con la angustia grabada a fuego en la cara. Harto de su propio orgullo, había ido a buscarla para pedirle perdón, para pedirle que lo dejara volver a su casa y a su vida, encontrando la casa vacía y a pocos metros, el coche enterrado en nieve. Los peores escenarios le habían oprimido el corazón en segundos, hasta que vio que ella despertaba. Ambos sintieron que el corazón se les saldría, cuando ella quitó el seguro del auto. Pero no pudo abrir la puerta, había estado al menos tres horas bajo la nevada y la nieve estancaba la puerta. Mientras ella empujaba, él quitó la nieve desesperado, ansiando verla, abrazarla de nuevo. Finalmente, la puerta pudo abrir un resquicio, lo suficiente para que él metiera la mano y tirara con fuerza, mientras ella se le arrojaba al cuello, en un abrazo que los tiró a ambos sobre el resbaloso hielo, entre disculpas, lágrimas y besos.

En cuanto lograron levantarse sin perder el equilibrio, volvieron a la casa a pie (el coche no se movería, eso seguro) se quitaron los zapatos y encendieron la chimenea. Se trajeron las cobijas de la cama y se recostaron junto al fuego, sin decir nada, sólo disfrutando el primer silencio juntos desde aquella nefasta pelea a gritos. Ni siquiera él dijo nada cuando notó los calcetines rojos. Sólo sonrió y la abrazó con más ganas, aspirando profundamente el olor de su cabello. Y el tema no se tocó hasta el día siguiente, la mañana de Navidad. 

Sería iluso pensar que después de ese invierno no volvieron a pelear. Hubo muchos pleitos en muchos años, pero ninguno como aquel. Y cuando comenzaban de nuevo a discutir, recordaban aquel año tan frío y solo, y sabiendo que no estaban dispuestos a separarse así de nuevo, hallaban el modo de volver a hablar, o de estar en silencio y paz.

Los tiempos de bonanza fueron y vinieron. Llegaron los hijos, uno de ellos perdió la legendaria sortija de matrimonio y la volvieron a encontrar mucho tiempo después. Pero los calcetines se quedaron, remendados una y mil veces, y los niños amaban oír, una y otra vez, su curiosa historia. 

Y ella sin falta, y a pesar de que aún los encontraba horribles, los usaba cada invierno. 

lunes, 10 de septiembre de 2018

Límites

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"No soy una niñera o una madre, y ninguna mujer debe sentirse que tiene que serlo". 
-Ariana Grande, sobre su rompimiento con Miller.


Este viernes falleció de sobredosis el rapero Mac Miller, y voy a ser brutalmente honesta: no tengo la más puta idea de quién era el sujeto, y si no se muere no me entero de su existencia. Lo que me llamó la atención de este -pese a mi ignorancia- lamentable suceso, fue que los fans del finado le cargaran el muerto a su exnovia, la cantante Ariana Grande. 

Comentarios crueles, culpándola directamente de su muerte, exigiendo incluso que la encarcelaran por ello, por no estar "cuando más lo necesitaba", orillaron a Grande a desactivar los comentarios en sus redes sociales. La joven, no obstante, tenía ya meses separada de Miller, incluso ahora se encuentra en una relación nueva. 

Éste es el quid: ¿Porqué ella tendría la culpa?

Antes he hablado en mi blog de la importancia de los límites en la vida; cuánto toleraremos, qué toleraremos, y hasta dónde llegaremos al respecto, en cualquier relación interpersonal. Es cierto que las relaciones se construyen en los pilares de la paciencia, el amor, la voluntad y la confianza. Pero dichos pilares sólo poseen la fuerza necesaria para levantar una relación fuerte y duradera si las manos que los construyen trabajan por igual y en equipo.

En este caso particular, las manos de Ariana Grande trabajaron por dos, durante dos años. Había tratado por mucho tiempo ayudar a Miller a combatir sus adicciones, pero si algo sé y lo aprendí a chingadazos, es que no puedes curar a un enfermo que quiere estarlo. La relación se vuelve un círculo vicioso, un montón de mentiras, de "no lo vuelvo a hacer", de "te juro que es la última vez" y mi favorita personal: "no puedo hacerlo solo, no me dejes". Y entonces, por cuidar a la persona te descuidas tú, o tus nexos con los demás. Y la relación se desgasta, se vuelve cada vez más difícil y doloroso confiar, y confiar se vuelve aguantar, y de tanto aguantar, termina por llegar un punto de quiebre, en donde ya no te importa. O donde sí te importa, pero igual no importa porque ya no puedes hacer más.

Y entonces, lo único que queda es dejar que se quiebre, para que puedas ser libre. O para que la otra persona reflexione y decida si va a hacer algo al respecto o no, pero esto último es casi un sueño guajiro, mera fantasía imposible. O bien, se vuelve algo tóxico, una inyección de veneno que no hace sino empeorar y enfermar. A veces, hasta matar (¡te estoy hablando, Sid Vicious!)

Y es algo que a esta gente se le olvida -o no entiende: en una relación no hay príncipes rescatando princesas, ni heroínas rescatando perdidos. En una relación sana, hay compañeros de batalla, y si uno de los dos se niega a pelear, o deja al otro todo el esfuerzo, los dos caerán. Es muy sencillo culpar a la parte que se rinde, pero no sabemos realmente porqué se rindió.

No es sencillo soportar una adicción ajena, ni tampoco lo es soltar a la persona, puedo decir que es la parte más difícil. Nefastea en grande la sorna de los que te dicen que estás ahí porque quieres, que deberías buscar algo mejor, que si no tienes nada de autoestima. 

Pero entonces, al llegar al horrible punto donde te das cuenta que ya no puedes más, donde descubres que el amor no lo cura todo, y decides que siempre sí mereces algo mejor... empieza la otra cantaleta: porqué lo abandonas, no ves que te necesita, esas cosas no se hacen, blablablablabla.

A la cantante no le quedó más remedio que quebrar la relación, antes que acabara con ella, lo cual fue la acción más responsable. No soy una niñera o una madre, y ninguna mujer debe sentirse que tiene que serlo, declaró al respecto. 

Ninguna mujer, ni tampoco ningún hombre. Y nadie tiene derecho a hacerla menos por salir de un romance tan tóxico ni por las consecuencias de los actos del hombre que dejó atrás antes que la destruyera. Porque antes que ninguna otra cosa, está nuestra salud mental, nuestra integridad como personas; nadie tiene derecho a molestarnos o maltratarnos por las decisiones que tomemos, menos aún si no conocen del todo el contexto de las mismas. No debe importarnos, a no ser que de verdad podamos ofrecer una solución mejor. 


sábado, 30 de junio de 2018

SER ilegal

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Autor desconocido
He estado muy bloqueada estos días, así que la historia de Meridienne -y mis otros proyectos- tendrá que tomar un receso por ahora. Pero quiero compartir algo que me ha rondado la cabeza por meses, pero que no tomó forma concreta hasta hace una semana que fui a ver Los Increíbles 2 con unos amigos

Sin soltar spoilers, la película -que hace honor al nombre de sus protagonistas al igual que la primera- nos indica que de la anterior a esta, ser superpoderoso sigue siendo ilegal, y nada ha cambiado. Es entendible hasta cierto punto, si hay superhéroes, se corre el riesgo de que existan super villanos, así que prohibir que la gente sea super evitaría el problema, ¿no?

Y aquí nos detenemos y leemos la última línea de lo que acabo de escribir: prohibir que alguien SEA.

Ser ilegal sólo por ser. No por una elección, sino por nacer y crecer en el entorno que nos tocó, con las características que nos tocó, así como los super. Porque no vaya a ser que sí seas...

Como cuando era ilegal ser judío en los Países del Eje. Como cuando se volvió una ilegalidad no escrita ser árabe y subir a un avión. Como cuando era ilegal ser de sangre africana y tener derechos humanos. Como ahora es ilegal sentir amor, de la manera más instintiva y pura, por alguien no convencional en el país más grande del mundo. O ser latinoamericano en el país más peligroso del mundo, porque el poder en manos equivocadas siempre será un grave peligro. 

En mi caso particular, tengo familia allá, y aún así, sé que no entiendo por completo la gravedad del tema como ellos, vamos, sé que tal vez no araño ni la punta del iceberg. Pero eso no deja de preocuparme, por ellos y por todos los que atraviesan esta terrible situación.

Creo que todos hemos visto lo que el odio y la ignorancia pueden provocar, cuando se trata de tratar con personas diferentes a nosotros. Hemos visto, leído, oído y puede que hasta vivido historias trágicas que no debieron serlo nunca, solo por la ilegalidad del ser. Ya no digamos amores shakespearianos de Otelo y Desdémona*, vendidos por Mercaderes de Venecia**;  estamos hablando de los derechos de vida más básicos. Vivir donde queramos, buscar el progreso fuera de nuestro hogar -básicamente porque en nuestro hogar se nos niega- expresar nuestras creencias y opiniones, convivir con quien queramos. 

Es un loop eterno de eventos que se repiten una y otra vez. De fotografías históricas que se retratan al carbón, con diferentes personajes y en diferentes épocas, pero ilustrando lo mismo. Con los mismos villanos usando disfraces y máscaras diferentes. Ya no son anillos de boda judíos, sino rosarios de madres latinas separadas de sus hijos -el hecho de que ya no estén separadas no quiere decir que les hayan devuelto su libertad o la vida que con tanto esfuerzo construyeron. Ya no es un alemán con bigote ridículo, sino un gringo anaranjado con corbatas rojas -prenda visualmente agresiva y que abandera con claridad sus intenciones. Ya no son jóvenes afroamericanos entrando a Yale bajo una lluvia de improperios, sino un sinfin de personas de distintas razas luchando por no perder lo que su esfuerzo y el de sus familias les consiguió. Matrimonios luchando porque Inmigración no los separe, como en su momento lucharon contra la Gestapo y las policías secretas. 

Sin que un filme nos lo diga, vivimos en un mundo donde es ilegal ser. Una ilegalidad absurda en todo sentido, porque además se equipara con ser criminal, con ser automáticamente un traficante de drogas, un terrorista o un lo que sea. Y mientras, miles de personas inocentes sufren el trauma de ser separadas de sus familias, en el menos peor de los casos por las autoridades que deberían proteger y servir, y en el más extremo, por el arma homicida de un pobre idiota que se tomó demasiado en serio el discurso de odio de otro idiota. 

¿Qué reglas deberíamos romper para que las reglas cambien? Porque ésto ya no se resuelve "de caballeros", pero la guerra nunca es la solución a nada. ¿Qué podemos hacer para que esto se detenga? Si de todos modos estas personas volvieran a sus países, a la fuerza o no, ¿encontrarían en su patria el apoyo que necesitan? ¿Se verían de nuevo en el vía crucis de encontrar cobijo en otra nación? ¿Se les ayudaría en ese caso?

Son preguntas que muchos nos hacemos, y que merecen respuesta, ojalá tan pronto como sea posible. Y surge una más: Mientras tanto, ¿qué podemos hacer para ayudarlos?

Termino aquí con esta interrogante, esperando no sólo una respuesta, sino un milagro heróico. Algo super extraordinario, que permita lograr un avance real en el tema. Y evitar que este monstruoso deja vú se repita una vez más. Y que SER, sin excusas, sea legal una vez más.

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Foto: Renata Teodoro

*Romeo y Julieta eran unos escuincles y su calentura de tres días no viene al caso.
**Busquen las dos obras, no sean holgazanes.

martes, 15 de mayo de 2018

Meridienne (I)

Una idea nueva para el blog, una historia corta (¿o larga? el tiempo lo dirá) 
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A Mermaid (J. W. Waterhouse, 1900)

1

Sólo conocía el mar, el cielo y las playas a lo lejos.

Desde que podía recordar, sólo habían sido ella y el océano, los peces y las gaviotas. Ni siquiera estaba segura de que existieran otras criaturas exactamente como ella, o cómo había llegado al mundo o qué hacía en él.

Lo que era cierto era que había nacido nadando, y que no era el único ser vivo del mundo. Eran las únicas cosas de las que podía estar segura. Cuando intentaba recordar el pasado, sólo podía pensar en luz de sol, burbujas cosquilleando a su alrededor y dos voces -ninguna de ellas, la suya. Una más grave que la otra. Pero ambas llenas de un algo que le hacía sentir felicidad y seguridad. La voz más suave solía cantar, tan hermosamente que aún ahora resonaba en todo su ser.

De la segunda cosa, sólo podía estar segura por los animales y los barcos. Nunca había tenido un lugar que llamar hogar, ni siquiera reconocía la palabra al escucharla de los tripulantes, así que sin ningún reparo seguía los barcos en cuanto los veía pasar. Era interesante seguirlos, escuchar a la tripulación y a los pasajeros. Escuchar sus diferentes idiomas, rara vez había escuchado una tripulación entera que hablase la misma lengua. Por ellos conocía la palabra hablada, y los significados de la misma. No le veía el caso a hablar, pero de vez en cuando cantaba canciones aprendidas de pura escucha, y le gustaba el sonido de su voz.

A veces había tenido la audacia de llegar con ellos hasta las costas, aunque nunca se acercara. Desde su escondite, que podía ser lo mismo un grupo de rocas que el mismo barco con el que había llegado, veía a las personas. Le sorprendía que hubiera tantos de una misma especie viviendo por tanto tiempo en un mismo lugar, dado que todos en el océano eran más bien nómadas. Incluso las estrellas de mar, tan lentas y de suave nadar, se aburrían de vivir pegadas a un único arrecife por más de una temporada. Si fueran plantas o corales, tal vez lo entendería, pero las personas tenían extremidades para andar. Quizás al ser dos extremidades tan delgadas, y no una cola fuerte y poderosa, se cansaban más rápido y optaban por establecerse así.

Como fuera, ella nunca se quedaba en un solo lugar. Descansaba unos días en alguna cueva submarina, o en el rincón más oculto posible de las playas, y luego reanudaba su eterno nadar, que gracias a todo lo que aprendía del mundo, le era agradable y liviano.

Al menos hasta que intentaba recordar algo de sí misma. Entonces le pesaba la gravedad de todo lo que ignoraba, e incluso nadar se le dificultaba. Y si le añadía el hecho de su soledad, entonces ya no podía moverse, hasta que el sentimiento pasara por sí solo. O hasta divisar el siguiente barco, para poder distraerse en otra cosa.

Fue una noche, sin embargo, en que todo cambiaría. Una noche en que vio pasar un barco con un emblema extraño: una bandera negra con un cráneo y huesos...


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jueves, 26 de abril de 2018

Jack (english)

Original in spanish

I wake up with the roar of the trains, a few steps away from my home. Everything around me is a mess: a battlefield of dirty dishes and filthy clothes, and air isn't air at all, but cigarette smoke. Wich reminds me, I need a cigarette, but when I check the pockets of my jeans I find nothing. After an exhaustive search, I find a packet with one last good, under my bed. With the cigar among my teeth, I prepare to go to work. 

It's another hard day at the forge; yelling boss, unbearable heat, my partners fighting and rowing about any single thing. It's literally like working in hell. When I leave, my darkened face and the smell of the industrial fire adhered on my clothes reveal the devil inside me, inside my partners, inside all of us. A black-faced, red-eyed demon, who hides in the deepest corner of our souls, a devil born through the mankind, who is told to never set free.

What you're never told is, that demon is the only real thing you've got, and to fraternize with it is what in fact, will take you far.


The devils that leave the forge start some plans for tonight, I join to their coven without hesitation. Our dirty faces scare those who pass us by; a kid points at me and his mother takes him away in one go; saying -as I wasn't right there- that if the doesn't study, he'll end up like me...


Who the fuck tells those bitches that I am the emblem of ignorance? I can read, I can write, and count. Maybe not perfectly, but I can. And I know how to do a lot of things, some of them not so acceptable, but I know it. Who told them they are perfect? They are not so different of me. They work, they get dirty, they also have an inner devil. I bet anything that prudish prig fucks some filthy pawn like me, when her little brat is not around.

We get into a pub, from where the anarchist chords of a punk group flows into streams. At the hallway there's a mirror, where I look at my own sweaty and dirty face. An aged version of myself (I'm only 25) looks back at me. It is my looks, my eyes, the only thing I can call mine in that face. The right one green, the left one blue. Blood-shoot eyes that will keep that way, when I leave the place at the dawn, I don't care too much since it will be sunday. I clean my face with the sleeve of my jacket to look more "decent", tonight I don't wanna go home alone.


Music invades every inch of the pub. It pumps and fuzes with every atom of the people in here. The critical and rebellious lyrics bite my working conscience, saying I could leave this misery if I wanted, if I just stand up in riot... A girl jumps and dances close to me, showing off like a peacock. But she's any less than mundane to me, so I get away with my partners to the bar. They are drinking beer, and one of them gets me a full pint, just for me. While I drink, the group solve: some of them surrender to the rhythm and dance, while another ones get lured by the women of this place. Some of them look like authentic witches, with red mouths and sticky make up that refuses to melt from their tired eyelids. Only one of them look pretty for me, but nothing more.


Only one stays with me. He is so fucked up, he suddenly starts yelling and spiting at me. We get out through the back door, and after some words, the demons measure forces with our fists. Kicking and punching, blood and some teeth (of his) fly out. When it all ends, I leave him bleeding and grieving; his sobs follows me til I get back into the pub.

Finally, at a cornered table, I find what I'm looking for. Someone whose dark cave eyes watch me getting closer, someone whose delicate hands ask for two pints, the second one for me. We drink with no words spoken. It's someone who have seen on me, a demon similar to its own, although I don't look so good. So clean.


We leave the pub without a word, to the subway. Once we are at my place, just closing the door, the devils emerge in lust, tearing down our clothes...

Before the sunrise i wake up, finding another body on my bed. The skin scratched, almost in blood, but peacefully breathing. His demon looks at me through his dark eyes, making me realize that, for a while, I won't let him go. Nor him, nor his dark inhabitant".

viernes, 13 de abril de 2018

¡Provida, mis ovarios!

Regularmente huyo de casi todo tipo de polémica, pero me temo que ésta en particular me concierne, y mucho.
Soy una persona que de verdad anhela tener hijos. Soy la -única- que alza la mano para cuidar de mis sobrinos, desde que nacieron. Soy de las que se quedan en la baba cuando ven ropita de bebé (sobre todo calcetitas ❤) y desde hace años elegí con cuidado y a la perfección, los posibles nombres de mis posibles cachorros -para evitarles el mismo sufrimiento que yo cargaré por el resto de mi vida.

Por esa misma razón, los llamados "provida" me ponen de pinches nervios. Así de plano.

Para quien haya salvado el golpe de tratar a uno, los "provida" son una raza de personitas fastidiosas que están en contra del aborto, la libertad sexual y todo aquello que no sea "aprobado por la biblia"... aunque ni el Corán ni la Biblia ni ningún libro sagrado de verdad lo mencione.

Me ponen de nervios porque no hacen más que fastidiar, pero no hacen nada por corregir el error. Es decir, están empeñados en impedir que las mujeres aborten legalmente, pero tampoco es que presionen para que la gente de todas partes reciba educación sexual de calidad, y una vez que nacen los bebés por los que tanto "luchan", son quienes se convierten en el mayor enemigo de esas madres a las que forzaron a serlo, los hijos se vuelven "bendiciones"-esto dicho con sorna y sarcasmo- y a sus madres no se les baja de putas.

Por mucho que desee ser madre, he tenido momentos en que supe que no estaba lista para serlo. Tuve una pareja que amé muchísimo, pero en aquel entonces, la sola idea de embarazarme sin planearlo me aterraba. Si me hubiera embarazado, no hubiera podido abortar, porque en ese entonces no era legal (en mi ciudad no lo es todavía) Darlo en adopción me aterraba, mi bebé podía haber terminado quien sabe en donde y nada me garantizaba que lo fueran a adoptar, ya no digamos una persona decente, simplemente que lo adoptaran y no siguiera aún en el sistema. Y aunque criarlo hubiera sido mi anhelo, ahora mismo estaría sola con un niño, quien sabe en donde y sobreviviendo quien sabe cómo, porque mi familia no me hubiera apoyado (y tengo pruebas aunque digan lo contrario) y porque por más que él dijera que sería un padre modelo, él mismo no se importaba. ¿Qué podía esperar yo?

Y ese es sólo mi caso, meramente hipotético. Cuando pasa, pasa sobre la infortunada con todo el peso de la sociedad. Las circunstancias por las que la mujer en cuestión esté atravesando pasan a segundo plano.

Seamos realistas, si lo tiene y no lo planeó, la mayoría de las veces es porque SE LE OBLIGÓ. No importa si el bebé es producto de una violación, si la madre es demasiado joven (un bebé criando a otro) o si no tiene recursos para cuidarlo, lo que importa es que lo tenga y que lo cuide. Y ay de ella si se mete a trabajar para mantenerlo, porque ya se lo dejó a cuidar a la abuela/tía/hermana y entonces es una desnaturalizada abandonadora, aunque esté ocupando todos sus esfuerzos en ser padre y madre, porque el padre huyó en cuanto recibió la noticia. Una vil "luchona".

Si lo tiene y lo desea, no faltan casos en que el bebé es dado en adopción aunque la madre no quiera. A veces, los propios abuelos los adoptan para "ahorrarse la vergüenza porque qué van a decir", y a la afectada sólo le queda ser tratada como hermana por la luz de su vida. Existe el caso de Philomena Lee, que sin necesidad de monjas escandalizadas se ha repetido despiadadamente una y otra vez. No importa si ella sufre, si el bebé llega de verdad a una familia amorosa o se suma a las filas de los hijos de la calle, a la sociedad Provida solo le importa "ahorrarse la vergüenza". Y de todos modos, la madre tiene la culpa.

Y si lo aborta, entonces ya no es solo vergonzosa, ni abandonadora. Es una perra asesina sin alma.

No importan los argumentos científicos que prueban que un ser vivo no lo es hasta el tercer mes de gestación. No importa si ella en realidad no tiene instinto maternal y de verdad le hace un favor a ese hijo que no va a querer nunca. No importa si en realidad no tiene recursos para siquiera sobrevivir al embarazo, si está asustada, si como me pudo pasar a mí, no está lista. Para los Provida sólo importa que el niño llegue vivo. No importa a donde, o con quien, o si llega sano, o si es amado... solo importa que viva y se sume a las filas de las "bendiciones".

PROVIDA, MIS OVARIOS. Sólo son inquisidores, y las niñas y mujeres afectadas son las brujas. Podría asegurar que ven a esos niños como la leña en que las harán arder, y por eso exigen más leña para el fuego.  LOS PROVIDA ODIAN LA VIDA, o al menos las vidas que no pueden controlar.

Yo soy una mujer que desea ser madre. Y por eso deseo que todas las mujeres tengan derecho a decidir si quieren serlo o no. Deseo que mis hijas, mis amigas, mis familiares, tengan derecho y libertad de tener o no bebés, de tener muchos o sólo uno, cuando estén de verdad listas, o que no se sientan presionadas a sentirse listas.


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Grettel

  - ¿Estás herido, terroncito? Sosteniendo una linterna de las antiguas de aceite y envuelta en un chal de color rosa, la mujer que se hab...