Sólo hay una cosa peor que ser maltratado, y es dejarse maltratar. En el peor de los casos ni siquiera te das cuenta de que te estás dejando golpear hasta que ya estás sangrando en el suelo.
A veces hacemos burla de la gente que no entiende las cosas rápido, pero hay cosas que nosotros mismos no entendemos a tiempo. Sobretodo en cuestión de relaciones humanas. Esa amiga que ahorita te habla bonito, al rato dirá la cosa más hiriente o se aprovechará de ti. La pareja a la que miras con devoción podría hacerte sentir como basura y tú ni en cuenta.
En el caso de las amistades, hay un término en inglés: frienemy. Cuando te topas con alguien así, lo mejor es salir corriendo, pero la mayoría de las veces te das cuenta por las malas de que tienes un/a frienemy.
Frases tan horribles como "A nadie le importas más que a mí", son su arma más potente. Esa frase me caló hasta los huesos en una ocasión. Esa misma persona vino a mí llorando meses después suplicando consuelo por lo que ella misma había provocado. Dejé pasar su espantoso comentario (y muchos otros incidentes igual de nefastos) y estuve ahí para ella, pensando que tal vez no era tan mala persona y que las cosas tenían arreglo.
No pude haberme equivocado más. En lo sucesivo, me apuñaló una y otra y otra vez. No reaccioné hasta que ya era tarde y yo ya no podía defenderme. Hasta que me quitó a quien yo más quiero.
Alguien a quien yo amé solía tratarme como tonta. Conocía cosas distintas a mi mundo (por eso lo quería) pero como yo ignoraba mucho de lo que él sabía, casi todo el tiempo se le subía "el saber" a la cabeza. Tenía secretos e ideas que nos hicieron mucho daño. Los dejé pasar. Me dejó plantada muchas veces, me convenció de volvernos un romance trágico.
Intenté salvarlo de sus demonios. Solo los vi salir a flote.
La separación fue algo lleno de excusas, de rabia. Fue una suerte que ninguno de los dos llegara nunca a los golpes. Pero ahora, cada vez que miro atrás e intento ver las cosas buenas, las malas se plantan frente a mis ojos para recordarme que no puedo volver a vivir algo así.
Hay historias de dos seres muy queridos que a la fecha se han dejado hacer pedazos por miembros de su propia estirpe, por motivos que sólo esas dos personas entienden. No importa lo que hagamos los demás a su alrededor para rescatarles, esas dos personas vuelven a la carga una y otra y otra vez. A veces me pregunto si algún día reaccionarán y dejarán de hacerse daño.
La paciencia tiene un límite. Pero ese límite no debería ser el llanto. No siempre se puede recurrir al ataque físico, pero tampoco podemos dejar que nos hundan. Hasta el perro más fiel morderá si es golpeado. Ni siquiera los conejos mueren sin pelear. Está en la naturaleza que nadie nos falte al respeto a ese nivel.
Levántate y pelea, y si es necesario, busca refuerzos, antes de que sea tarde.
Cuentos, poemas, pensamientos poco ortodoxos y sirenas. Soy una escritora que se inyecta imaginación para no morir de realidad.
martes, 10 de marzo de 2015
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