Hace unos días estuve en el parque donde nos hicimos novios. Sigue ahí, igual que nosotros seguimos en esta ciudad que nos vio crecer y conocernos. Claro que todo ha cambiado. El parque sigue ahí, y aun así ya no es el mismo, ni la ciudad, ni tampoco nosotros.
Supe de ti hace poco. Un conocido
te vio de lejos, con alguien nuevo. Pese a lo mal que terminamos, siempre te
imaginé con alguien más… más todo. Más que yo. No sé si llamarlo inseguridad o si aún me queda un poco de afecto por ti.
La misma ciudad que nos vio crecer, conocernos y amarnos, también nos vio despedazarnos. Lo recuerdo a cada instante, cuando paso por las calles por las que íbamos tomados de la mano. Los portones que nos refugiaron de la lluvia y las miradas se ven muy diferentes ahora, pese a que no han cambiado nada. La tienda de novias donde, tras enseñarte el vestido de mis sueños, entendí que nunca lo iba a poder usar, cerró poco después de que rompimos. A veces atribuyo ambas cosas a la superstición que rodea dichos atuendos.
Paso diario frente a la plaza
donde combatimos nuestras peores batallas. Me sorprende cómo nunca gané
ninguna, ni siquiera aquellas en las que tú no tenías ninguna defensa. La
evidencia de lo mal que nos iba nos explotó en la cara tantas veces, y no lo
quisimos ver. Tú sólo veías a una niña necia que creía que podía salvarte. Yo
veía un faro de luz que creía que podía guiarme. La niña necia dejó de creer, y
el faro de luz no se guiaba ni a sí mismo. Éramos un desastre que ocurriría de
todos modos.
Hay días oscuros en los que he asumido toda la culpa. Si hubiera hecho más por ti, si te hubiera conocido antes, si te hubiera podido entender, y otros “si hubiera” que se desvanecen uno por uno, en cuanto los vuelvo a razonar.
Hay días oscuros en los que he asumido toda la culpa. Si hubiera hecho más por ti, si te hubiera conocido antes, si te hubiera podido entender, y otros “si hubiera” que se desvanecen uno por uno, en cuanto los vuelvo a razonar.
Lo que realmente extraño es el sentirme amada, protegida. Pienso también en lo poco que eso duró. En las promesas rotas y los regalos abiertamente rechazados. En el año que perdimos jugando a Romeo y Julieta, mientras a nuestro alrededor todo se venía abajo. Hoy se cumplen 3 años de esa fecha fatídica en que todo se arruinó. Y los buenos recuerdos tienen la mala costumbre de volver.
No me arrepiento de haberte
conocido. No cambiaría nada de lo que pasó, al menos no del primer año. Me enseñaste
muchas cosas, lo que quiero y lo que no. Me quisiste antes que nadie, quiero
pensar que al menos al inicio sí me amaste. Ambos nos tuvimos paciencia, tú
para conquistarme y yo para apoyarte, aun cuando lo segundo nunca resultó. De
lo nuestro me quedo con eso, y con algunas canciones que sobrevivieron a
nuestra rivalidad de gustos. Me pregunto con qué te quedas tú de todo eso. O si
te quedaste con algo.
Sólo hay una cosa que nunca te
perdonaré: en todos esos meses, en que nos empeñamos en nadar contra la
corriente y nos mantuvimos bajo el falso resguardo del amor secreto, nunca
peleaste por mí. La única cosa que yo te pedía fue demasiado grande para ti. Entenderlo
fue lo que me llevó a romper contigo ese día. Recuerdo que cuando llegaste por
mí y me abrazaste, sentí que si te dejaba ir me caería en pedazos. Pero mientras
hablábamos, supe que no había marcha atrás. Nada iba a cambiar entre tú y yo.
Si por ti hubiera sido, aún saldríamos a escondidas. Cualquier cosa antes que
dar la cara.
Fuera de eso, supongo que estoy
en paz contigo. La ciudad cambió, tú cambiaste y yo también. Nuestros caminos
se alejaron, supongo que para no juntarse otra vez. Y creo que eso es lo
correcto. Ya sea que lo leas o no, te deseo suerte, y que ahora sí hayas encontrado a alguien que pueda
recibir de ti lo que yo nunca merecí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario