Esta nota se publicó en el periódico donde yo trabajaba, un día después del fallecimiento del genio de la moda. Yo había preparado su reseña pero un compañero me ganó; no obstante, surgió este pequeño ensayo que, en su segundo aniversario luctuoso, comparto con ustedes.
(Publicación original: 21 de octubre de 2014)
Esta
mañana se dio a conocer la lamentable pérdida del genio de la Alta
Costura, Oscar dela Renta. En las próximas 24 horas, las redes se
llenaran de frases robadas de entrevistas suyas, y puede que fotos
acompañadas de palabras que el diseñador jamás dijo. O bien,
memes, que parece que ya no conocemos otra forma de comunicación.
Todos
los años, perdemos figuras importantes e imponentes como el
diseñador, el fundador de Apple, Steve Jobs, o el actor Robin
Williams, quienes han marcado generaciones con su trabajo. Sin
embargo también hemos perdido figuras como la bailarina
contemporánea Guillermina Bravo y los escritores Ray Bradbury y José
Emilio Pacheco, de quienes nadie se acordó hasta que fallecieron. Y
puede que ni así.
¿Porqué
tenemos esta manía? No los recordamos ni apreciamos hasta que ya no
pueden crear, ni bailar, ni convivir entre nosotros. Al parecer la
muerte nos infecta con un morbo insano, con la repentina necesidad de
llenarnos y saber qué "fue" de sus vidas y no el qué
"es".
Y
no sólo nos pasa con personas de fama y reconocimiento: nos puede
llegar a pasar hasta con nuestros seres queridos. Hay familiares a
los que no volvemos a ver hasta que tenemos qué… y para entonces
ya están rodeados de crisantemos en un recinto funerario. O si ellos
tienen suerte, en su lecho de muerte, cuando ya apenas pueden
sonreír, y deben tolerar lágrimas y 'hubieras' que no recuperan el
tiempo perdido.
Tenemos próximo el Día de Muertos, el día que dedicamos por entero a todos los que se nos fueron. ¿Cuántos días les dedicamos mientras aún están aquí? ¿Cuántas veces nos detenemos a decir un "te amo"? ¿A tomar un café? ¿A preguntar "¿cómo estás?"?
Hay historias de personas que pierden al amor de su vida sin que este sepa que lo es. Hijos que no agradecen los consejos de papá y mamá hasta que ya no están para darlos. Maestros que no reciben un respeto de sus discípulos hasta que se les dedica algún homenaje póstumo. Y a veces no les dedicamos nada hasta que lo publicamos en Facebook. O twitter. Como si hubiera Wi-Fi en el más allá (con todo respeto, no mamen).
Epitafios de "Gran mujer, madre y amiga" o "un hombre excepcional y amable", rondan por las redes todos los días. Hay muros de personas fallecidas que no tuvieron comentario alguno hasta el día del funeral. Con todas esas palabras que la persona nunca escuchó de quienes más quería. Y en el peor de los casos, todas esas palabras no dichas pudieron haber salvado su vida.
Y ya no digamos palabras: hechos. Un abrazo, un beso, un cariño, hasta una palmada en el hombro. ¿Cuántas veces al día abrazas a alguien? ¿Cuántas veces felicitas a tus colegas o empleados por algo bien logrado, incluso por un día sin incidentes graves? Porque el afecto y el respeto se necesitan en todos los niveles. ¿Hace cuánto no le rascas la panza a tu mascota? ¿Has hablado con tus hijos, con tus padres? ¿Te detuviste a disfrutar ese beso de despedida que te dio tu pareja esta mañana?
¿De veras quieres esperar a ya no poder hacerlo?
Tenemos próximo el Día de Muertos, el día que dedicamos por entero a todos los que se nos fueron. ¿Cuántos días les dedicamos mientras aún están aquí? ¿Cuántas veces nos detenemos a decir un "te amo"? ¿A tomar un café? ¿A preguntar "¿cómo estás?"?
Hay historias de personas que pierden al amor de su vida sin que este sepa que lo es. Hijos que no agradecen los consejos de papá y mamá hasta que ya no están para darlos. Maestros que no reciben un respeto de sus discípulos hasta que se les dedica algún homenaje póstumo. Y a veces no les dedicamos nada hasta que lo publicamos en Facebook. O twitter. Como si hubiera Wi-Fi en el más allá (con todo respeto, no mamen).
Epitafios de "Gran mujer, madre y amiga" o "un hombre excepcional y amable", rondan por las redes todos los días. Hay muros de personas fallecidas que no tuvieron comentario alguno hasta el día del funeral. Con todas esas palabras que la persona nunca escuchó de quienes más quería. Y en el peor de los casos, todas esas palabras no dichas pudieron haber salvado su vida.
Y ya no digamos palabras: hechos. Un abrazo, un beso, un cariño, hasta una palmada en el hombro. ¿Cuántas veces al día abrazas a alguien? ¿Cuántas veces felicitas a tus colegas o empleados por algo bien logrado, incluso por un día sin incidentes graves? Porque el afecto y el respeto se necesitan en todos los niveles. ¿Hace cuánto no le rascas la panza a tu mascota? ¿Has hablado con tus hijos, con tus padres? ¿Te detuviste a disfrutar ese beso de despedida que te dio tu pareja esta mañana?
¿De veras quieres esperar a ya no poder hacerlo?
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