jueves, 1 de diciembre de 2022

Confesión demoníaca a un pobre párroco incauto

En mi defensa, nunca pensé que las cosas me fueran a salir tan mal. O tan bien. En realidad ya no tengo idea de nada.

¿Qué le digo, padre? Sólo era la posesión de rutina: un pobre menso se pone a jugar con una Ouija o repite pendejadas frente al espejo que sin querer hacen sentido, cosas así, y el primero de nosotros que llegue al cuerpo ya la armó. De parranda en el mundo de los humanos hasta que nos exorcicen... o hasta que el cuerpo aguante si tenemos suerte, porque una vez que entramos si nadie nos corre nos comemos el alma -si la bastarda no se escapa al cielo, desde luego- y el cuerpo se empieza a pudrir de dentro hacia afuera.

Pero pues decía: la posesión de rutina. Cortesía de una pendejilla de secundaria que además hizo un tablero dibujado en el piso. No le quedó mal, puso velitas y toda la madre -¿le molestan las groserías, padre? pues se chinga-me gusta cuando hacen eso. Digo, realmente no sirven para la chingada pero me siento especial, como que de verdad me quieren y no estoy sólo para que me pidan cosas. Claro que si le hubiera prestado más atención a la escuincla que a las pinches velitas y detallitos quesque mágicos me habría fijado en los brazos. O en el charcote de sangre en el que estaba tirada ella. O en el maldito cuchillote cebollero que aún tenía en la mano. Pero no, pendejo de mí. Para cuando crucé el umbral y entré en su cuerpo ya era tarde, y no llegué ni a oler el alma. Me quedé con hambre, y además ahora estoy sellado en un cuerpo muerto.

Ahora, déjeme le explico padrecito: una cosa es que se mueran durante la posesión -entre más pelea da el alma mejor sabor tiene- o que nos sacrifiquen un pollito. Digo, un alma animal no sabe igual, pero a quién le dan pan que llore, ¿no? Pero nunca falta uno de estos. Ningún demonio entiende por qué algunos dan su propia vida, pero ah que pinche molesto. Cuando el invocador se "sacrifica" por nosotros, lo único que hace es jodernos: en cuanto entramos al cuerpo, el alma se extingue porque se reniega de ella, el cuerpo se sana y en lugar de pudrirse nos quedamos atrapados viviendo la vida del humano pendejo que nos selló dentro, y no conozco a ninguno de nosotros que haya podido escapar.

El caso es que llevo viviendo su vida casi un año, cuando este cuerpo debió caerse a pedazos después de un mes o dos. Mi esencia debió acabar con esta carne desde cuándo, oiga. Al principio me divertí con tonterías chiquitas, robar, atacar gente, hasta coger sin distinción ni discreción, aunque no soy ni súcubo ni íncubo -que no me gustó por cierto, no sé que les encanta de eso a esos malditos ninfómanos. Creo que lo único que no hice fue matar, pero ya lo he hecho con otros cuerpos y la neta no me pierdo de nada. Y no es como que pueda hacer otra cosa. Estando sellado sólo eres un habitante; no puedes usar fuego demoníaco, ni levitar, ni todas las cosas chidas que hacen que la posesión valga la pena -y que ayudan a la putrefacción. aunque si puedo cambiar la voz y hablar en idiomas perdidos, pero hay humanos que pueden hacerlo, ¿así que chiste?

Pero un día regresé a su casa. Me duró la juerga unos dos o tres meses antes de darme cuenta que no me había podrido, y regresé a su casa. Y ahí empezó mi verdadero infierno.

Y empezó porque sus papás, sus hermanos, sus amigos, bueno hasta su pinche novio la habían estado buscando, y llamaron a la policía y pusieron anuncios y todo ese desvergue que hacen los humanos cuando los niños saltan por la ventana y no regresan -como esta escuincla. Y cuando llegué la estaban esperando en la sala todos juntos.  Y cuando entré por la puerta lo hice usando su cuerpo, sin cambiarle ni el uniforme manchado de sangre; preparándome mentalmente para la señora madriza que le pondrían a ella, o el señor exorcismo que me pudiera liberar -aunque volviera al infierno después.

Nada. Peor que nada. Su mamá y su papá me abrazaron llore y llore, toda la familia me preguntó que qué pasó, que si estaba bien, si me pasó algo, que porqué había sangre por doquier. No respondí a nada, pero igual no les importó. Me dieron sopita y ropa limpia, y me acostaron en la cama como si tuviera gripe o yo no sé qué chingaos. El novio no dejaba de darme besos en la cara y en las manos, y los hermanitos chicos no me querían soltar. Hasta se durmieron conmigo. El único que se dio cuenta fue el gato que se me echó encima a punta de arañazos, pero a ese pinche animalejo ni quien le crea.

Y ese es el problema padre. No tengo corazón para decirles la verdad. Nadie me había tratado tan bonito ni me había querido tanto. Que sí, ya sé que la quieren a ella, pero ya me acostumbré a su nombre y a usar sus cosas y a su lugar en el mundo. Ya ni me sabe hacer chingaderas, porque siento bien feo de hacer llorar a su mamá o de que me regañe su papá. El novio me cae bien pinche gordo, pero gordo bonito, no sé si me entiende. Se ve que la quería un chingo y siempre que me viene a ver -porque por supuesto estoy castigado- me trae flores y dulces y así todo bonito. A nosotros nadie nos da flores, padre. Digo, que te sacrifiquen un chivito está chido,  pero que te den flores es otra cosa, es como si te dijeran que qué bonito estás aunque seas feo como la chingada y te salgan cuernos hasta por debajo de los ojos como a mí.

Por eso estoy aquí, padre. Aprovechando la única ventaja de estar sellado que es ir y venir por las iglesias sin quemarme. Yo tampoco puedo creerlo, pero estoy desesperado. ¿No me puede hacer el favor de exorcizarme? No me importa volver al infierno, la culpa es peor que todo lo que me puedan hacer cuando regrese. ¡Écheme la mano, no sea ojete!

¿Cómo que no?

¿No me cree? 

¡No sea mamón, ayúdeme! 

...nononononono no le diga a mi mamá, así no nos llevamos! ¿no que pinche secreto de confesión y que la...?  

¡Ok, ok, ya, ya me voy! pinches humanos, sólo creen en lo que les conviene... por eso ya nadie los pela allá arriba...

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