miércoles, 14 de septiembre de 2016

Sin título

Me gustaría decir que no he publicado debido a que la he pasado bomba, me gustaría decir que he tenido mucha tarea o mucho trabajo. Me gustaría decir que no he escrito nada porque he estado fabulosamente ocupada, pero estaría mintiendo.

No he escrito ni una línea en este blog porque, una vez más, sufrí un colapso nervioso.

Fue debido a un "fabuloso" combo de estrés acumulado por mi proceso de admisión, varios pequeños problemas que se juntaron, una fuerte crisis de fe y cosas desagradables que me mandaron en Facebook -que me llevaron a cerrar mis dos cuentas, y no las pienso reabrir en un buen rato- y que se detonó el día que recibí mis resultados, los cuales ya no importan pues por salud mental me veo en la obligación de dejar ir, por lo menos, esa carrera.

¿Porqué digo "una vez más"? Por que ya lo viví antes, hace 6 años. Pasé 3 meses horrendos, con ataques de pánico y falta de sueño. Las razones fueron distintas, pero el miedo es el mismo. Si tuviera que elegir entre volver a vivirlo tal como fue y enfrentar a una horda de demonios con sólo una navaja, elijo la horda. En serio.

Pero la ventaja de enfrentarse dos veces con el mismo monstruo es que en la segunda vuelta ya sabes dónde pegarle y dónde no. La primera vez estuve tan aterrada y confundida que no supe a quién pedir ayuda.  O si pedir ayuda. Me dejé arrastrar por la locura hasta que mi familia se dio cuenta de que algo andaba mal, para lo cual pasó mes y medio, y el siguiente mes y medio lo pasé viendo doctores, psicólogos y hasta un chamán (no es broma) hasta que un día el miedo se marchó tan repentinamente como había llegado. Y aún un tiempo estuve todavía con momentos difíciles.

La semana pasada se cumplió un mes del segundo ataque de pánico. Esta vez, pedí ayuda antes de que me volviera a arrastrar, me acerqué a mi familia, a mis amigos; retomé proyectos que estaban pendientes para mantener mi mente ocupada. Volví a acercarme a Dios, lo que sorpresivamente me dio la paz que había perdido, y digo "sorpresivamente" porque por casi 5 años y a escondidas me mantuve en un camino diferente, y tuve que aprender a patadas que no era el mío.

El día de hoy por fin me siento mejor. No puedo decir que estoy curada, pero sí mucho mejor.

Comparto esto porque sé que no soy la única persona que lo ha pasado mal por un estado mental. O por un mal que no se sabe de dónde viene (así fue la primera vez) y por lo cual no se sabe a quién acudir. Una persona muy querida lo sufrió casi toda su vida, y sólo ahora, después de sufrir por años y que ya no puede vivir por su cuenta, descubrió que no era su culpa, sino un problema físico que no se atendió a tiempo.

Hay personas que sufren enfermedades y no lo saben. Hay personas que aún se culpan por cosas que en realidad no tenían nada que ver con ellas, y esa culpa les enferma. Tenemos la mala costumbre de minimizar lo que nos hace sentir mal (sólo me duele cuando río / sólo estoy un poco triste/estresado/molesto) y cuando decidimos atender el problema, sea físico o mental, ya es tarde. O no es tarde, pero se requieren medidas muy drásticas, y hasta traumáticas.

Y no se trata de eso. No  somos invulnerables, aunque nos guste pensar lo contrario. Todos tenemos un punto de quiebre, un límite de fuerzas que al rebasarlo nos lleva al malestar, a la enfermedad, a la locura incluso.  Y no estamos hechos de piedra ni de palo para andar de "duros" por la vida -y vamos, hasta las piedras sienten. Lo he dicho antes y lo diré de nuevo: no tenemos que hacerlo todo solos. Siempre antes de llegar tan lejos, hay que detenerse. Pedir apoyo. Reconsiderar si seguimos aguantando o si es hora de soltar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Grettel

  - ¿Estás herido, terroncito? Sosteniendo una linterna de las antiguas de aceite y envuelta en un chal de color rosa, la mujer que se hab...