El texto original debía ser un capítulo de una novela, pero desde que se me ha cebado una y otra vez, decidí publicarlo como un cuento en el blog, antes de que sufra el mismo destino que el resto de su historia (entiéndase quedar en coma cual Cerati, porque ahí sigue). Y algo curioso fue el proceso de escritura, literalmente quedó como una entrevista, transcrita con puntos y comas.
-Hay
algo que los que son como tú no saben hasta que se enamoran. O hasta
que se convierten en alguien como yo.
-¿Qué
cosa?
-Ningún
corazón late igual que otro. No importa que esté asustado, enojado,
triste o dichoso, el latido conserva siempre una nota propia que lo
distingue de todos los demás. Me sería muy fácil reconocer tu
latido entre toda una multitud.
-¿Y
te has enamorado? ¿O
prefieres amantes de una noche?
-Sí,
búrlate del viejo...
-¿Y
bien?
-Pues...
sí, lo
admito, he tenido muchísimas amantes.
Pero en todos mis años, en todo este eterno ir y venir, sólo me
enamoré una sola vez.
-¿Y
cómo era ella?
-¿Porqué
supones que era una mujer?
-Acabas
de...
-Aún
así.
-De
acuerdo, lo siento...
bueno, ¿cómo era él?
-Flaco
como un dedo. Con ojos diáfanos, intensos. Era músico, del punk de
los setenta. Un alma torturada.
-¿Lo
sabía?
-Nah.
Yo no era su tipo, no le gustaban los hombres. Triste,
¿no? Mi único amor y no fue correspondido.
-Bueno
pero, supongo que pudiste acercártele.
-Eso
sí. Fuimos
amigos, aunque creo que él pensaba que yo era... no sé, su amigo
imaginario, o un producto de su mente. Él tenía problemas, ¿sabes?
-¿Y
que le pasó?
-Se
casó. Tuvo familia. Y luego lo echó todo a perder con una tal
Annik.
-...no
hablas en serio.
-¿Sobre
qué?
-No
era él. No puede.
-¿Porqué
no? Y aunque no pudiera ¿quién puede mandar sobre el corazón? Nadie
puede mantener sus propios sentimientos a raya. Ni siquiera alguien
como yo.
-¿Cómo
lo conociste?
-Fue
en Bruselas. Los dos coincidimos ahí, yo... no recuerdo qué hacía
ahí yo, pero él iba a conocer a su escritor favorito, un beatnik
o algo por el estilo. El bastardo... lo trató tan mal. Yo quería
tragármelo, sabes que habría podido; pero lo vi a él, tan triste
por eso. Tan enojado. No quise dejarlo solo y lo abordé. Salvo ese
zopenco, le gustaban los mismos autores que a mí. De ahí, cartas,
llamadas, visitas. Hice todo lo que pude para mantener contacto y no
perderle.
-¿Qué
amabas más de él?
-Me
conquistó su tristeza. Su rabia. Toda esa intensidad oscura que
emanaba siempre. Amaba sus ojos, tan claros. Su poesía, habría dado
cualquier cosa porque me escribiera al menos una canción. Y el
latido de su corazón. Hasta sus latidos estaban cargados de ese
dolor, de esa melancolía que me volvía loco. Creo que eso es lo que
más extraño.
-¿De
verdad nunca se lo dijiste?
-Ni
loco. Me hubiera odiado. Pero... de habérselo dicho... tal vez
estuviera vivo aún. Sabes, aún recuerdo ese fin de semana. Lo vi
después de que habló con las dos. Estaba devastado...
-¿Y qué pasó?
-Sabes, no... no quiero seguir.
-¿Y qué pasó?
-Sabes, no... no quiero seguir.
-Deberías sacarlo.No he vivido tanto como tú, pero... es obvio que aún te hace daño.
-...
-Por
favor.
-Le habían prohibido ver a Nat, tuvo una crisis, y
luego el ultimátum. Estuve a punto de decírselo; había ido a su
casa expresamente para decírselo. Pero... creí que eso sólo iba a
empeorarlo. Así que sólo... lo dejé desahogarse. No pude decir
nada, sólo lo abracé. Fue el único impulso que me permití en todo
el tiempo que lo conocí. Lo abracé para tener cerca ese latido rabioso, aunque sólo fuera una vez. Nunca sabré si se dio cuenta que en mi pecho no se oye nada.
-¿Y después?
-Salí de la casa, sin decir
palabra.
-¿Porqué
dices que seguiría vivo?
-Llámalo
culpa si quieres. Pero de habérselo dicho tal vez hubiéramos estado
peleando toda la noche. Nunca hubiera visto esa estúpida película,
ni hubiera tomado las cuerdas de la ropa. Le habría comprado al
menos un día más, aunque no quisiera volver a verme. Yo... lo amaba
tanto... el sólo saber que está vivo me bastaría para sonreír,
¿sabes? Por el resto de mi vida...
-...
-Supe
que había muerto porque lo escuché. O mejor dicho, porque dejé de escucharlo. Porque de pronto el mundo se
volvió silencioso. De repente ya no podía escuchar su corazón. Su
música triste. Habría querido llegar antes que Deb. O haber tomado
su vida yo mismo, de saber que no había marcha atrás. Su sangre correría aún a través de mí, tendría
en mi sistema por siempre sus sentimientos, sus pensamientos. Podría
ver cómo él me veía. Pero cuando al fin pude buscarlo, su cuerpo
ya no estaba. Y cuando lo encontré en la morgue, ya estaba frío y
su sangre coagulada. Todo lo que tengo es la lápida que me robé. Y
uno de sus cuadernos de notas.
-¿Nunca
pensaste... en volverlo como tú?
-Cada
día, todos los días. Pero tuve miedo. Esto no es una
cura, y menos para los males que él tenía, lo habría condenado. Hay muchos como yo que cargan aún los achaques de su previa
existencia, y otros que sólo vieron agravada su miseria. Nunca
hubiera querido que sufriera así, sólo por mi egoísmo de
enamorado.
-Le
habrías hecho un favor al mundo.
-Tal
vez. Pero no. Yo lo amaba demasiado. Y cuando vives tanto tiempo como
yo, llega un punto en el que el amor no da lugar al egoísmo. Además
no sabes si hubiera sido un favor. Mira a todos esos músicos que
siguen con vida y no han vuelto a hacer nada decente.
-Eso
sí.
-...
-¿Crees...
que encuentres a alguien así de nuevo?
-Si
lo hago lo sabrás.
-¿Yo?
¿Porqué?
-Me
agradas. Confío en tí.
-Es
algo más.
-Tal
vez. Pero ahora debo irme.
-¿El
amanecer?
-Y además tengo sed, si entiendes a qué me refiero.
-Entonces hasta pronto. Espero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario