viernes, 8 de julio de 2016

Erick (Love will tear us apart)

El texto original debía ser un capítulo de una novela, pero desde que se me ha cebado una y otra vez, decidí publicarlo como un cuento en el blog, antes de que sufra el mismo destino que el resto de su historia (entiéndase quedar en coma cual Cerati, porque ahí sigue). Y algo curioso fue el proceso de escritura, literalmente quedó como una entrevista, transcrita con puntos y comas.


-Hay algo que los que son como tú no saben hasta que se enamoran. O hasta que se convierten en alguien como yo.

-¿Qué cosa?

-Ningún corazón late igual que otro. No importa que esté asustado, enojado, triste o dichoso, el latido conserva siempre una nota propia que lo distingue de todos los demás. Me sería muy fácil reconocer tu latido entre toda una multitud.

-¿Y te has enamorado? ¿O prefieres amantes de una noche?

-Sí, búrlate del viejo...

-¿Y bien?

-Pues... sí, lo admito, he tenido muchísimas amantes. Pero en todos mis años, en todo este eterno ir y venir, sólo me enamoré una sola vez.

-¿Y cómo era ella?

-¿Porqué supones que era una mujer?

-Acabas de...

-Aún así.

-De acuerdo, lo siento... bueno, ¿cómo era él?

-Flaco como un dedo. Con ojos diáfanos, intensos. Era músico, del punk de los setenta. Un alma torturada.

-¿Lo sabía?

-Nah. Yo no era su tipo, no le gustaban los hombres. Triste, ¿no? Mi único amor y no fue correspondido.

-Bueno pero, supongo que pudiste acercártele.

-Eso sí. Fuimos amigos, aunque creo que él pensaba que yo era... no sé, su amigo imaginario, o un producto de su mente. Él tenía problemas, ¿sabes?

-¿Y que le pasó?

-Se casó. Tuvo familia. Y luego lo echó todo a perder con una tal Annik.

-...no hablas en serio.

-¿Sobre qué?

-No era él. No puede.

-¿Porqué no? Y aunque no pudiera ¿quién puede mandar sobre el corazón? Nadie puede mantener sus propios sentimientos a raya. Ni siquiera alguien como yo.

-¿Cómo lo conociste?

-Fue en Bruselas. Los dos coincidimos ahí, yo... no recuerdo qué hacía ahí yo, pero él iba a conocer a su escritor favorito, un beatnik o algo por el estilo. El bastardo... lo trató tan mal. Yo quería tragármelo, sabes que habría podido; pero lo vi a él, tan triste por eso. Tan enojado. No quise dejarlo solo y lo abordé. Salvo ese zopenco, le gustaban los mismos autores que a mí. De ahí, cartas, llamadas, visitas. Hice todo lo que pude para mantener contacto y no perderle.

-¿Qué amabas más de él?

-Me conquistó su tristeza. Su rabia. Toda esa intensidad oscura que emanaba siempre. Amaba sus ojos, tan claros. Su poesía, habría dado cualquier cosa porque me escribiera al menos una canción. Y el latido de su corazón. Hasta sus latidos estaban cargados de ese dolor, de esa melancolía que me volvía loco. Creo que eso es lo que más extraño.

-¿De verdad nunca se lo dijiste?

-Ni loco. Me hubiera odiado. Pero... de habérselo dicho... tal vez estuviera vivo aún. Sabes, aún recuerdo ese fin de semana. Lo vi después de que habló con las dos. Estaba devastado... 

-¿Y qué pasó?

-Sabes, no... no quiero seguir.

-Deberías sacarlo.No he vivido tanto como tú, pero... es obvio que aún te hace daño.

-...

-Por favor.

-Le habían prohibido ver a Nat, tuvo una crisis, y luego el ultimátum. Estuve a punto de decírselo; había ido a su casa expresamente para decírselo. Pero... creí que eso sólo iba a empeorarlo. Así que sólo... lo dejé desahogarse. No pude decir nada, sólo lo abracé. Fue el único impulso que me permití en todo el tiempo que lo conocí. Lo abracé para tener cerca ese latido rabioso, aunque sólo fuera una vez. Nunca sabré si se dio cuenta que en mi pecho no se oye nada. 

-¿Y después?

-Salí de la casa, sin decir palabra.

-¿Porqué dices que seguiría vivo?

-Llámalo culpa si quieres. Pero de habérselo dicho tal vez hubiéramos estado peleando toda la noche. Nunca hubiera visto esa estúpida película, ni hubiera tomado las cuerdas de la ropa. Le habría comprado al menos un día más, aunque no quisiera volver a verme. Yo... lo amaba tanto... el sólo saber que está vivo me bastaría para sonreír, ¿sabes? Por el resto de mi vida...

-...

-Supe que había muerto porque lo escuché. O mejor dicho, porque dejé de escucharlo. Porque de pronto el mundo se volvió silencioso. De repente ya no podía escuchar su corazón. Su música triste. Habría querido llegar antes que Deb. O haber tomado su vida yo mismo, de saber que no había marcha atrás. Su sangre correría aún a través de mí, tendría en mi sistema por siempre sus sentimientos, sus pensamientos. Podría ver cómo él me veía. Pero cuando al fin pude buscarlo, su cuerpo ya no estaba. Y cuando lo encontré en la morgue, ya estaba frío y su sangre coagulada. Todo lo que tengo es la lápida que me robé. Y uno de sus cuadernos de notas.

-¿Nunca pensaste... en volverlo como tú?

-Cada día, todos los días. Pero tuve miedo. Esto no es una cura, y menos para los males que él tenía, lo habría condenado. Hay muchos como yo que cargan aún los achaques de su previa existencia, y otros que sólo vieron agravada su miseria. Nunca hubiera querido que sufriera así, sólo por mi egoísmo de enamorado.

-Le habrías hecho un favor al mundo.

-Tal vez. Pero no. Yo lo amaba demasiado. Y cuando vives tanto tiempo como yo, llega un punto en el que el amor no da lugar al egoísmo. Además no sabes si hubiera sido un favor. Mira a todos esos músicos que siguen con vida y no han vuelto a hacer nada decente.

-Eso sí.

-...

-¿Crees... que encuentres a alguien así de nuevo?

-Si lo hago lo sabrás.

-¿Yo? ¿Porqué?

-Me agradas. Confío en tí.

-Es algo más.

-Tal vez. Pero ahora debo irme.

-¿El amanecer?

-Y además tengo sed, si entiendes a qué me refiero.

-Entonces hasta pronto. Espero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Grettel

  - ¿Estás herido, terroncito? Sosteniendo una linterna de las antiguas de aceite y envuelta en un chal de color rosa, la mujer que se hab...