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La Princesita de Cuarón (1997) |
De un tiempo para acá no he parado de toparme artículos y publicaciones en las que se habla de ya no llamar "princesa" a tu hija, casi satanizando el término. Que porque le inculcas que sea una inútil. Que porque la vuelves una malcriada. Que porque -y cito textualmente- le vas a arruinar las relaciones a futuro y cualquier hombre con un poco de sentido común la va a mandar al diablo. Viniendo de páginas "feministas", es lo más machista que he leído al respecto.
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Anastasia (1997) |
La excusa para dichas proclamas es echarle la culpa a la filmografía Disney, la cual cabe aclarar, dejó esa mentalidad atrás hace más de 20 años. Que les ha costado, nadie lo niega, pero lo han logrado. Y tampoco es que haya muchos estudios de cine que se centren en crear modelos femeninos a seguir para las niñas; tanto así que los pocos y contados ejemplos que la cinefilia conoce están ilustrados en este artículo, y ahondar en el mundo literario llevaría a los mismos resultados.
Cada quien educa a sus hijos como quiere, eso es un hecho. Y también admito que la "alcurnia" y el "abolengo" no necesariamente vienen con modales incluidos. Pero aclaremos una cosa: si tu niña se está volviendo una malcriada y espera que las cosas le caigan del cielo o se resuelvan solas, tú no tienes una princesa, tienes una Kardashian. Y no se vuelve así ella sola, los niños aprenden de lo que los rodea.
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El Diario de la Princesa (2001) |
Si vas a llamar princesa a tu hija, que sea una Princesa con P mayúscula. Porque una Princesa con P mayúscula es una líder, alguien a quien admirar no por cómo se viste, ni por las joyas que lleva, sino por ser alguien brillante por sí misma.
Si la vas a llamar Princesa, enséñale a aspirar por la grandeza. Muéstrale que puede llegar muy lejos, pero sin pasar sobre nadie. Inculca en ella la lectura y la sed por aprender, enséñala a respetar y hacerse respetar, a ser consciente de sus acciones y responsable de sus actos; dale valor para seguir aunque haya quien quiera verla derrotada, porque de esos siempre habrá y no puedes evitarlo. Pero ella puede dar batalla.
Si la vas a llamar Princesa, apóyala para hacerle frente a la vida, porque ni la Realeza se libra de meterse en problemas. Infúndele confianza y amor propio. Explícale que todo tiene solución, guíala -sin hacerlo todo, eso sí- para que la encuentre. Y cuando la guíes ella aprenderá a guiar y ayudar a otros a su vez. Enséñale que puede cambiar las reglas, que tiene el control de su destino y sus decisiones.
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Una Princesa con P mayúscula |
Si la vas a llamar Princesa, enséñale a ser buena, pero sin ser un guiñapo. A amar y ser amada sin violencia. A pensar en los demás sin anteponerlos a su felicidad. Enséñale a ayudar, y a pedir ayuda pues no tiene porqué cargar con todo ella sola.
Si la vas a llamar Princesa, enséñale a tener clase, a tener modales, a no terminar en pleito por todo ni a rebajarse al nivel de nadie. Que las cosas no se piden a gritos, pero que nadie tiene derecho a callar su voz.
Muéstrale que en una pelea se requieren dos, que por desgracia no se puede razonar con todo el mundo; pero también enséñale a defenderse, pues es cierto que no siempre hay más opción. Enséñale que no está mal decir NO, y que nadie puede obligarla a decir sí.
Si la vas a llamar Princesa, muéstrale cómo ser fuerte. Porque no siempre estarás, y puede que ella quede "a cargo del reino" o puede que busque su propio camino, pero llegará un punto en que lo tenga que hacer sin tí, y no necesariamente porque te llegue la hora. Y cuando llegue a ese punto, necesitará de toda la fortaleza que le hayas dado y mostrado a lo largo de su vida.
Si la vas a llamar Princesa, que sea una Princesa de verdad. Porque eso es ella, y porque cuando crezca podrá aspirar a Reina. La Reina de su propia vida, de su propio destino.
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El Laberinto del Fauno (2006) |
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