jueves, 31 de marzo de 2016

Hastío

Hace tanto calor que el pelo literalmente se me alació solo. Llevo varios días sin escribir, y siendo totalmente honesta, sin nada que mantenga mi cerebro suficientemente ocupado. Uno diría que debería estar relajada y tomarlo como un descanso, pero hasta el descanso cansa, y no hacer nada puede estresar tanto como tener demasiado que hacer.

Por ello, esto no es una entrada especial. Por una vez sólo quiero escupir palabras hasta que se agoten... o me agote yo. Estoy hastiada, estática, y con un tic en la pierna de que tengo energía y no sé en qué usarla, principalmente por la hora. Y porque en donde vivo la vida nocturna se reduce a cero, a menos que uno sea un vándalo o un gato.

Acabo de salir de la clásica gripe de verano que nos da a los amantes del invierno, esa gripe insufrible porque el clima no te permite cuidarte apropiadamente y la fiebre hace su gana contigo. Tengo muy poco de haber regresado de un viaje en el que me tocó ver la peor cara de un ser muy querido; viaje en el cual estuve encerrada en casa de esa persona sin mayor estímulo que cuanto pudiera leer en internet. Viaje en el que me deprimí tanto que un día antes de regresar a casa me encerré en un cuarto a llorar como no lo había hecho en mucho tiempo. Y me volví a deprimir ayer que tuve un maratón de una serie que me encantaba. Creo que eso a todos les pasa, pero igual no es agradable estar llorando todo el tiempo; menos aún para alguien que se considera a sí misma una guerrera interna.

Trato de pensar en positivo porque en un par de meses vienen mis adorados Rasmus y tal vez esta vez sí tenga dinero para ir y verlos en vivo por primera vez. Quizás hasta los conozca.

Quiero pensar que pasarán milagros. Quiero pensar que alguien que es el mundo para mí se quedará y no se irá. Al menos no todavía, y no sin mí.

Por otro lado, también estoy pasando por esa etapa que tenemos todas de pensar que el amor no existe (sí, YO estoy diciendo esto) ni las almas gemelas ni nada de eso. Hasta yo me odio cuando empiezo con esa cantaleta. No es la primera vez, tal vez tampoco sea la última, pero espero que no dure porque de verdad no me soporto cuando estoy así. En parte se debe a que quien más me ha querido aconsejar al respecto está en una situación aún peor que la mía, y en parte, de verdad no tengo ninguna gana de discutir mi situación con nadie. Pero estoy llegando al extremo de incluso extrañar lo inextrañable.

Estoy hastiada de no saber qué hacer, de no saber qué decir ni a quién recurrir, porque todos a mi alrededor están igual. Deseando que llueva. Deseando un milagro. Deseando no tener que desear más y poder tenerlo todo, o por lo menos sentirme completa. Sentir que hago algo realmente importante, trascendental. Sentir que puedo cambiar el rumbo de las cosas. O por lo menos, no sentir hastío.

martes, 8 de marzo de 2016

Porqué SÍ llamarla "Princesa"

La Princesita de Cuarón (1997) 

De un tiempo para acá no he parado de toparme artículos y publicaciones en las que se habla de ya no llamar "princesa" a tu hija, casi satanizando el término. Que porque le inculcas que sea una inútil. Que porque la vuelves una malcriada. Que porque -y cito textualmente- le vas a arruinar las relaciones a futuro y cualquier hombre con un poco de sentido común la va a mandar al diablo. Viniendo de páginas "feministas", es lo más machista que he leído al respecto.

Anastasia (1997) 
La excusa para dichas proclamas es echarle la culpa a la filmografía Disney, la cual cabe aclarar, dejó esa mentalidad atrás hace más de 20 años. Que les ha costado, nadie lo niega, pero lo han logrado. Y tampoco es que haya muchos estudios de cine que se centren en crear modelos femeninos a seguir para las niñas; tanto así que los pocos y contados ejemplos que la cinefilia conoce están ilustrados en este artículo, y ahondar en el mundo literario llevaría a los mismos resultados.

Cada quien educa a sus hijos como quiere, eso es un hecho. Y también admito que la "alcurnia" y el "abolengo" no necesariamente vienen con modales incluidos. Pero aclaremos una cosa: si tu niña se está volviendo una malcriada y espera que las cosas le caigan del cielo o se resuelvan solas, tú no tienes una princesa, tienes una Kardashian. Y no se vuelve así ella sola, los niños aprenden de lo que los rodea.

El Diario de la Princesa (2001) 
Si vas a llamar princesa a tu hija, que sea una Princesa con P mayúscula. Porque una Princesa con P mayúscula es una líder, alguien a quien admirar no por cómo se viste, ni por las joyas que lleva, sino por ser alguien brillante por sí misma. 

Si la vas a llamar Princesa, enséñale a aspirar por la grandeza. Muéstrale que puede llegar muy lejos, pero sin pasar sobre nadie. Inculca en ella la lectura y la sed por aprender, enséñala a respetar y hacerse respetar, a ser consciente de sus acciones y responsable de sus actos; dale valor para seguir aunque haya quien quiera verla derrotada, porque de esos siempre habrá y no puedes evitarlo. Pero ella puede dar batalla.

Si la vas a llamar Princesa, apóyala para hacerle frente a la vida, porque ni la Realeza se libra de meterse en problemas. Infúndele confianza y amor propio. Explícale que todo tiene solución, guíala -sin hacerlo todo, eso sí- para que la encuentre. Y cuando la guíes ella aprenderá a guiar y ayudar a otros a su vez. Enséñale que puede cambiar las reglas, que tiene el control de su destino y sus decisiones.

Una Princesa con P mayúscula 
Si la vas a llamar Princesa, enséñale a ser buena, pero sin ser un guiñapo. A amar y ser amada sin violencia. A pensar en los demás sin anteponerlos a su felicidad. Enséñale a ayudar, y a pedir ayuda pues no tiene porqué cargar con todo ella sola.

Si la vas a llamar Princesa, enséñale a tener clase, a tener modales, a no terminar en pleito por todo ni a rebajarse al nivel de nadie. Que las cosas no se piden a gritos, pero que nadie tiene derecho a callar su voz. 

Muéstrale que en una pelea se requieren dos, que por desgracia no se puede razonar con todo el mundo; pero también enséñale a defenderse, pues es cierto que no siempre hay más opción. Enséñale que no está mal decir NO, y que nadie puede obligarla a decir sí.

Si la vas a llamar Princesa, muéstrale cómo ser fuerte. Porque no siempre estarás, y puede que ella quede "a cargo del reino" o puede que busque su propio camino, pero llegará un punto en que lo tenga que hacer sin tí, y no necesariamente porque te llegue la hora. Y cuando llegue a ese punto, necesitará de toda la fortaleza que le hayas dado y mostrado a lo largo de su vida.

Si la vas a llamar Princesa, que sea una Princesa de verdad. Porque eso es ella, y porque cuando crezca podrá aspirar a Reina. La Reina de su propia vida, de su propio destino.


El Laberinto del Fauno (2006)

Grettel

  - ¿Estás herido, terroncito? Sosteniendo una linterna de las antiguas de aceite y envuelta en un chal de color rosa, la mujer que se hab...