viernes, 17 de mayo de 2024

Daño colateral

 Meridienne tiene un padre. Y Dios sabe cuánto quisiera que no fuera así

La idea detrás de mi pequeña sirena, y de muchos de los textos en este blog, surgió de la misma razón por la que no he podido terminar la bilogía desde hace cuatro años. Ustedes saben que soy una romántica insufrible que caza finales felices, y siempre lo seré, pero a veces en la persecución del romance insistimos tanto en correr con una venda en los ojos que cuando al fin nos la arrancan de los ojos vemos que apenas nos queda carne en los huesos, y quien corría a nuestro lado resultó ser el depredador mordisqueando todo de nosotros.

No digo que el amor no exista, por dios, esa es la mentira más terrible y debilitante que uno pueda creer. Y menos ahora que por fin estoy en una relación estable y maravillosa, desde hace dos años y medio. Pero es ahora que he probado lo que es un amor bueno que descubro y puedo poner en palabras todo el abuso que sufrí por ocho años.

Al "padre" de mi niña marina lo conocí en la carrera. Primero fue mi amigo, en ese entonces yo salía con otra persona (Límites) y él también, así que no hubo sentimientos hasta un año después de conocernos. 

Míos, por supuesto. Si los suyos eran reales ya no importa.

Me confesé un 11 de octubre, después de que comenzamos a hablar y conocernos. Los meses de conversaciones previas a ese día fueron algo que para bien o para mal recuerdo casi al detalle, porque fue la primera vez en mucho tiempo que alguien me hacía sentir escuchada e importante fuera de mi círculo íntimo. Concretamente alguien del sexo opuesto, pues para entonces mi pareja ya no sentía la necesidad de fingir interés en algo que no fuera su siguiente dosis (lo terminé antes dé). Sin entrar en detalles me dijo algo peor que un no: un sí, pero.

Sí, yo también te quiero, pero me voy del país en unos meses y solo podría darte algo casual.

Y yo acepté.

Aclaremos una cosa; que tú aceptes un tipo de relación (formal, casual, etc) NO IMPLICA NUNCA ACEPTAR MALTRATO. De ninguna forma. Ni golpes, ni gritos, ni groserías, ni manipulación ni plantones, ni siquiera encuentros sexuales de aceptación dudosa (si no dices que no, no por eso estás diciendo sí) Y otra cosa: los "amigos con derechos" NO EXISTEN. O son o no son, punto.

Yo acepté un mientras nos dure, porque de verdad estaba profundamente enamorada de la persona que conocí en la carrera. Del hombre alto, guapo y sonriente que me escuchaba, me apoyaba en momentos difíciles y dibujaba cadáveres exquisitos conmigo (y sí, la verdad sí me duele haber perdido ese dibujo). Porque pensé que tarde o temprano me ganaría su corazón sin condición. Porque estaba dispuesta a ir con él a la otra punta del universo. Porque creía firmemente en la cábala de los 9 años que llevó a mi padre y a mi abuelo a conocer a los amores de sus vidas (sólo mi papá sigue casado por cierto). La Skjadmö por fin tenía un amor por el cual pelear a muerte y vencer.

Nunca se me ocurrió que peleaba en nombre de mi peor enemigo.

Para él, ese mientras nos dure significó que podía hacer conmigo lo que quisiera. Y en ese entonces no se sabía tanto como ahora de los diferentes tipos de violencia que existen, así que dábamos por hecho muchas cosas. Por ejemplo, sólo creíamos que la violencia son insultos y golpes. Así que yo no sabía que lo que él hacía era violencia. 

A partir de esa confesión, toda la "relación" fue por mensaje, aunque no se fue del país hasta seis años después en los que no dejó de recordarme que lo haría. El poco contacto que tuvimos era sexual, o vernos en puntos neutros por minutos porque él necesitaba un favor, o dinero. Y los encuentros sexuales eran donde, cuando y cuanto él quisiera (que igual podían ser minutos), y si no, yo debía compensarlo a él con fantasías escritas y otras cosas. Primero lo pedía, luego lo empezó a exigir. 

Y yo tenía tanto miedo de perder al hombre del que yo me enamoré, y estaba tan segura que volvería, que accedí.

Mientras tanto, el volvía y cortaba con su ex. Y salía formalmente con otras. Y como todos los fotógrafos, se revolcaba con muchas otras. Y me lo restregaba en la cara, porque éramos algo casual.

Yo lo amaba, pero la sola mención de mis sentimientos era pisar una mina, porque eso le confería una responsabilidad como ser humano que no estaba dispuesto a tomar. Así que de a poco dejé de decírselo y empecé a escribirlo aquí, y armar listas con canciones que le enviaba o que hubiera querído que me dedicara. Creativamente dio frutos interesantes y recompensas. La Epístola llegó lejos, incluso ganó un premio a nivel local. Obviamente nunca la leyó. Pronto ese amor se convirtió en una sirena blanca que amo como a una hija de carne y hueso, pero a la que aún no puedo dar un cierre a su historia por más que lo intento. 

Mientras, mis amigos y familiares (a quienes nunca quiso conocer o con los que se llevaba fatal) trataban de hacerme entrar en razón, pero yo solo me alejaba más. Mi mente se hundía en la ansiedad y el pánico por otras razones, pero el no poder contar con él lo hacía aún peor. No porque no se lo dijera, sino porque al hacerlo el siempre tenía un problema "peor" para comparar y entonces por mal que estuviera sentía que era yo quien debía estar para él. Comenzó a provocar peleas de la nada y dejarme hecha un mar de llanto por meses. MESES. Y era como si oliera que ya estaba por hartarme y dejarlo, porque siempre volvía en el momento justo, y nunca con una disculpa, sino con un "¿ya acabaste tu berrinche?". 

Y de nuevo comenzaba ese ciclo enfermo de mensajes tiernos, luego subidos de tono, luego exigentes y en el momento menos esperado, crueles. En algún punto escribí en un lugar que me había enamorado del diablo y le había vendido mi alma por su amor, pero como dijo Bram Stoker, Dios no compra almas y el diablo es un negociante tramposo. Recibía balas por él sólo para que me apuñalara en cuanto volteaba para saber si estaba bien. 

Fueron años de dar todo y vivir de migajas. Literalmente. No importaba cuan desgraciado hubiera sido, si en algún punto me decía algo lindo o nos veíamos lo suficiente para que me diera una muestra de cariño mínima y no relacionada con coger, eso me bastaba para sentir el corazón lleno por semanas, o hasta que decidiera estar enojado por nada y volverme a tirar en el suelo. 

Las peleas y exigencias por mensaje derivaron en pesadillas. Me mandaba al diablo por mensaje, me contestaba otra mujer, me llamaban para decirme que le había pasado algo por mi culpa. A raíz de eso, tengo muchas dificultades para contestar mensajes. Le tenía tanto miedo a lo impredecible que era que ya no quería que me viera conectada, así que no le contestaba a nadie hasta no estar segura de que él estaría ocupado y no me respondería de inmediato -o me presionaría para contestar.

Tuve que suplicarle que se despidiera de mí cuando por fin se largó. Fue la última vez que me abrazó, y el único beso que no tuve que robarle. En retrospectiva, fue la única vez que me sentí genuinamente amada por él. Esa y una navidad. De nuevo, poco más de unos minutos. 

Y eso fue el principio del fin. Con la diferencia de horarios ya no me encontraba, así que lo que tuviera que decir lo podía contestar cuando yo quisiera. Volvieron las conversaciones tiernas, pero también estas dejaron de ofrecer el alimento que mi alma tanto necesitaba, y deje de depender de ellas. Un día le conté que soñé que nos visitábamos el uno al otro, pero nos cruzábamos en el camino, porque me pareció un sueño tierno y aún ahorraba para ir con él. 

¿Su respuesta? Yo no pienso volver a menos que sea importante.

Y nunca más le contesté otra palabra. Eso fue un año antes de los 9 años. 

Volví a arreglarme, a salir. Conocí a un hombre que en el corto mes que nos vimos me trató con todo el cariño y respeto que no tuve en ocho años. Y nos soltamos pronto y con tranquilidad, porque ambos sabíamos que éramos un bonito momento en la vida del otro.

Y luego entré a un trabajo que odiaba, donde un hombre alto, guapo y sonriente que no es asiduo a la lectura se compró un libro sólo porque yo lo estaba leyendo para que tuviéramos de qué conversar, y con el que con mucho esfuerzo y cariño cumpliremos tres años en septiembre. 

Esto surgió de conversar con una amiga, por preguntarle a ella como estuvo su día. Sólo ahora pude poner en palabras todo lo que al parecer aún arrastraba. O arrastro. Sanar heridas de abuso es un trabajo constante, tanto que algunos arrastran ese dolor varias vidas después. Sí discuto con mi familia, pero ya no me siento en combate como antes. No sé si estoy bien, pero sí sé que estoy mejor.

Y eso está bien.

sábado, 24 de junio de 2023

Maleficio de un corazón abandonado

Sólo una espinita en mi costado que se negaba a salir.


Que mis lágrimas amargas salen todo lo que comas.

Que mi ausencia te persiga con lo que pudo ser.

Que todos los labios que beses te sepan a veneno.

Que todas las miradas sean frías

Y todas las palabras vacías

Cuando sean para tí.

Que la música te haga ensordecer

Y ni una estrella en la noche negra te vuelva a guiar.

Que los que sí ames te miren por encima del hombro

Y los que te odien te encuentren desarmado.

Que las manos que te toquen dejen llagas tan profundas como las que dejaste tú.

Que tropieces con tu espada y se te clave en el corazón.

Que la soledad sea tu único amigo

Y la miseria tu único amor.

Que el consuelo te abandone como lo hiciste conmigo

Y nunca lo puedas volver a encontrar.

Que los demonios que derroté en tu nombre te cacen como a una presa

Y tus ángeles vuelen sin mirar atrás.

martes, 2 de mayo de 2023

Campanitas

A ella la enterraron viva. Aunque de eso nadie se enteró más que los muertos.

Aceptó casarse con un hombre con barbas tan grises que pasaban por cerúleas para salvar a su familia de la ruina, pese a las advertencias de hermanas y hermanos que la amaban más que todo en el mundo. Pese al padre viudo para quien entregarla en el altar fue como si le apuñalasen el corazón, porque sabía que igual que a las otras siete antes que ella nunca más la volvería a ver. 

Y dicho y hecho. Las rentas de la dote solo llegaban a su familia mientras ella se portara bien y dejara de intentar escapar de su prisión de alabastro y oro.  Tenía joyas y sedas, pero no la libertad de verles otra vez. Se había casado con un ogro que la arrastraba del cabello por la mansión si tenía un mal día, y si tenía uno bueno con insultarla tenía. El acabose fue cuando intentó que una sirvienta enviase a escondidas una carta para su familia. Ni siquiera era un grito de auxilio, solo buscaba calmarlos y mentir con su bienestar para que no sufrieran, pero no contó con que la mucama le tuviera aún más miedo a su señor que respeto a ella y se la entregase en la mano. Ni siquiera la leyó. El mero hecho de haberse comunicado era suficiente rebeldía, y su cólera se combinó con su fuerza. Sólo terminó cuando la respiración de ella se tornó tan débil que ya no la percibía, y de inmediato ordenó que fuese puesta con las otras.

Para cuando despertó, ya estaba metida en la temible cripta oculta en el jardín, donde las otras siete esposas habían terminado, sus ataúdes podridos acumulándose como cajas de joyería olvidadas. De puro milagro el suyo sólo había sido puesto en el suelo sin ceremonia alguna, de modo que sus escasas fuerzas bastaron para abrirlo y salir a aporrear la puerta de hierro y gritar. En esa época se colocaban campanitas de cobre por fuera de las tumbas, para que si una desgracia similar ocurriera pudiesen ser sonadas desde adentro. Cuando su voz ya no dio para más, siete campanitas empolvadas repiquetearon una tras otra, hasta caerse de lo viejas. El súbito reventar de las cuerdas en sus mecanismos se sentían como una bofetada más de ese horrible viejo, burlándose sin presencia de aquella desdichada sobreviviente de su crueldad.

Para bien o para mal, sólo los muertos la oyeron esa noche. De otro modo, no habría podido salir. Arañada hasta la sangre, la puerta de hierro por fin fue abierta, y una bestia diferente le tendió la mano y se la llevó para siempre de ahí. 

Si el primero era un monstruo azul que caminaba impunemente entre humanos, este tenía ojos tan rojos como el mar de rosas que crecía alrededor de su mansión, en una isla protegida por costas rocosas y mareas bravas. No salía de día, y a veces su cuerpo cambiaba de una manera grotesca que hubiera hecho correr a cualquiera; y sin embargo ella nunca pensó que volvería a sentirse a salvo al lado de tal criatura. Por supuesto dada la noticia de su primera muerte no pudo volver a estar con su familia, pero este nuevo señor la llevaba a verlos desde las ventanas de la decaída casa señorial que la había visto crecer. La llevó a despedirse de su padre en el tálamo cuando nadie veía, y en la seguridad de su pequeño castillo isleño la colmó no sólo de lujos sino de las más gentiles atenciones, entre ellas presenciar el sangriento final de quien se creyese su verdugo.

Ella de a poco se acostumbró a dormir las horas de luz para así pasar las noches a su lado. Él le hablaba de su pasado, uno tan lejano que los ancestros de ella ni siquiera habían nacido entonces. Se mostró a ella en todo su ser, con alas y garras, sin la belleza falsa de su  depredadora especie, y ella aprendió a amar y domar cada faceta, tanto como para decidir unirse a él en esa naturaleza oscura y feroz que volaba suave bajo la luna y parecía no temerle a nada.

A nada salvo al sol. A nada salvo a la pestilencia del acónito. A nada, salvo al insoportable repiqueteo de las campanitas de cobre, que la persiguió para siempre en sus pesadillas y que la hacía huir en un enjambre de polillas asustadas cuando el sonido la sorprendía en las rondas nocturnas, cuando señor y señora se alimentaban de los corazones más oscuros, como ángeles negros que cumplían justicia ahí donde la ley de los hombres no servía para nada. 

Fueron felices durante siglos. Volando sobre la bruma y bajo la noche, bailando entre el aroma de las rosas, protegidos del mundo por el mar y las leyendas. Envejeciendo sin envejecer entre antigüayas, hasta que extrañaron la única dicha que la eternidad les negaba, y que en el aniversario de su desentierro él quiso cumplir para ella. 

El mundo de afuera era víctima de una de muchas pestes. Para él fue como cortar una rosa fresca antes de que el resto del rosal podrido se llevase también ese inocente retoño aún saludable. Lo llevó para ella, y ella lo estrechó contra su inerte pecho regalándose los latidos de ese tierno corazón por un momento. Un pequeño sol de medianoche para iluminar sus noches mientras crecía. Pero el pequeño sol no podía quedarse solo, y llevarlo con ellos estaba fuera de discusión como descubrieron en cuanto pasó la euforia del capricho, y decidieron turnarse las noches para cazar.  

En su primera noche solo, después de varios siglos, él se fue para no volver. 

Cuando ella por fin lo encontró, después de esperarlo y salir a buscarlo con el pequeño sol en brazos, encontró una sepultura hechiza y el cuerpo de su amor despedazado, con la cabeza cercenada y la boca llena de ajos. Sus gritos de dolor y rabia se escucharon hasta el último confín de esas tierras desde ese instante maldecidas.

En los siguientes años, un esquife apareció en el muelle, ofreciendo trabajo en una pequeña isla que hasta entonces se creía deshabitada. Quien iba volvía una vez para hablar maravillas del islote, su rica mansión y su hermosa señora, pero después no volvía al puerto jamás. A la par, el inquietante sonido de campanitas de cobre poblaba las pesadillas de los lugareños, siendo inequívoca señal de la visita de lo que los niños llamaban un hada negra, y los sobrevivientes un súcubo mortal.

Ajeno, un niño crecía y jugaba en los pasillos y jardines de la mansión, felizmente acompañado de aquella madre ladrona que se escondía del sol y le contaba historias de amor con el padre misterioso del que sólo conoció su cabeza -amorosamente conservada en una campana de cristal y oro- y que lo colmaba de besos tan fríos como el rocío de la mañana en las rosas del jardín. Tenía prohibido acercarse a los sirvientes, después de todo ninguno duraba más de un mes antes de irse a dormir a las raíces del rosal, o convertirse en inertes sirenas que se hundían en el mar con sus colas de piedra en las noches de tormenta. Cuando creció, ella lo llevó en sus vuelos tomado de la mano para no perderlo en la bruma, y le enseñaba cómo en un futuro, cuando fuera tan fuerte como sus padres, se alimentaría de los corazones de los malos del mundo, y les haría temer al silencio y a las sombras.

Pero los malos del mundo no se quedaron de brazos cruzados, y la llegada de un barco con velas negras como las almas a bordo respondió a sus plegarias. Filibusteros, mercenarios sucios con filos por manos y pistolas humeantes y ruidosas, que cobraron hasta los ojos por sus servicios y por permitir a un contingente abordar su barco con estacas, ajos y antorchas. 

Desembarcaron de día y atacaron incendiando el jardín, despedazando cuerpos de quienes en vida fueron seres amados y ahora eran sospechosos de necromancia, aunque no se movieran. Rematando sobrevivientes con la excusa de salvar sus almas posesas. Ella despertó con los gritos y aterrada huyó al sótano del castillo con su tesoro vivo y la amada cabeza de su señor.

Sabía que no iba a sobrevivir. Pero su venganza apenas comenzaba.

Esta noche, le dijo, te arrebatan a tu madre. Y ahora tú les arrebatarás a sus hijos.

Le dio los últimos besos que él sentiría en su vida, antes de darle un último beso en el cuello que le diera las alas que en otro tiempo ella recibiera.

Y luego cerró el sótano para arrojarse a la muerte y llevarse con ella a todos los que pudiera al infierno.


Lunas después, la isla y su masacre fueron olvidadas por los adultos. 

Pero años después, los niños escucharon el cuento del hada negra y sus campanitas entre sueños. 

Y el terror que los adultos creyeron vencido volvió para no marcharse nunca jamás.


sábado, 15 de abril de 2023

Samba, fiesta y oscuridad: la esencia de Bateria Volle Petaj (ENTREVISTA)

(Entrada original publicada el 26 de diciembre de 2019)


 En el transcurso de este año y parte del pasado trabajé en una revista virtual que... se fue... al traste. Sin aviso. Así, pum, crash, bye. Sin embargo, logré rescatar las entrevistas que realicé, casi todas a personas que admiro desde hace años y que son un sueño cumplido para mí.

Esta, por ejemplo, fue a un grupo de samba de los Países Bajos; Bateria Volle Petaj. No los conocía hasta entonces, pero oye, suenan genial.


 (Publicada en Oscvro el 23 de Enero de 2019)



Las calles de Europa laten con el eco de tambores, timbales y demás percusiones, como un unísono de corazones eufóricos conectados por un mismo nervio oscuro. Un desfile de figuras negras lleva este latido por todos los rincones, llevando a su vez, una contagiosa e inesperada alegría. Se trata de Bateria Volle Petaj, una agrupación proveniente de los Países Bajos quienes a pesar de llevar más de 20 años en la escena underground se mantienen como una propuesta fresca y revitalizante. su líder, Bas, platicó en exclusiva con Oscvro.

26 años es un largo tiempo y no cualquier artista llega tan lejos, ¿cuál sería el secreto de su éxito?
Bateria Volle Petaj (BVP) es una misión que demanda fanatismo. BVP existe gracias al compromiso de cada miembro.

¿Cómo inició todo para BVP?
A finales de los 80, los fundadores de BVP formaban parte de un grupo de underground electrónico, influenciado por bandas de música electrónica e industrial como Front 242, Front Line Assembly, Kraftwerk, por mencionar algunos. Durante el carnaval de Maastricht, en los Países Bajos (su tierra natal)comenzaron a tocar percusiones brasileñas, inconscientemente influenciados por esta ola electrónica. Es por eso que Volle Petaj suena tan distinto de la samba tradicional, tan copiada por varios grupos en Europa -casi siempre en vano. Muchos miembros de Volle Petaj vivieron los orígenes del New Wave, el Gótico y el Electric Body; para ellos tocar en la banda conlleva su propia lógica, y provee una sensación de autenticidad a BVP.

En una agrupación tan numerosa, ¿es difícil mantener la armonía?
Si cada miembro del grupo se siente importante e incluido, eso nos convierte en familia. Todos saben su responsabilidad y ninguno recibe más o menos importacia que los otros, todos se saben parte del colectivo.

Algunos llaman a su estilo "samba goth", ¿cómo lo definirían con sus palabras?
Lo llamamos “Underground Percussion”, aunque “Samba Goth” es más adecuado al concepto.

Es bien sabido que su música está inspirada en los ritmos de Brasil, ¿han tocado ya en el carnaval?
Durante el carnaval de Maastricht, es una ley no escrita ir y disfrutar por tres días en las calles. (...) En Agosto de 1998, viajamos a Brasil para visitar la cuna de la samba. aprendimos mucho en las escuelas de samba de Rio de Janeiro y nos inspiró tocar con los niños de las escuelas de Mangueira y Portela mientras se preparaban para el carnaval de 1999. Pero sabemos que no somos brasileños, así que no intentamos imitar su estilo sino dejarnos influir por ello y por nuestros gustos, como la música alternativa de Europa. Esta es también una razón por la que vestimos de negro. Otro motivo es que BVP siempre se conectó con la juventud de bajos recursos de las favelas brasileñas, los llamados "suburbios"de ciudades como Mangueira. Para ellos, la samba suele ser el único rayo de alegría en sus vidas, marcadas por la pobreza extrema. Es un impactante contraste respecto a los colores y extravagancia de los carnavales, con sus plumas y banderas. Por ello es que BVP se viste de negro.

¿Qué otras influencias tienen? ¿Hay otros ritmos que les gustaría explorar? 
(...) Tratamos de implementar ritmos diferentes a la samba en nuestra música, lo que cimenta nuestro sonido único. Incluso experimentamos con beats electrónicos, incluidos en nuestro primer álbum, ‘Revolta Ritmos Contra Angustias’. Desafortunadamente, durante los conciertos los beats son demasiado estrictos y dejan poco espacio para la improvisación. De modo que es simplemente imposible integrarlos al tocar en las calles.

En lo visual tienen una imagen bastante interesante, ¿de dónde viene la inspiración para ello?
Nuestra imagen tiene su origen de nuestras influencias: La escena underground alternativa, donde el negro es muy común.  Aunque nuestro look (y canciones) a veces son copiados por bandas locales, estos imitadores también nos motivan a llevarlo al extremo. La inspiración nos viene de la escena alternativa, su música, arte y cine. Cada dos años organizamos un festival junto a cientos de bandas en la ciudad de Bremen. En cada edición llevamos un tema diferente, y cada vez le hemos dado un "giro triunfal" hacia nuestro estilo. Los organizadores aún se preguntan cómo tenemos la creatividad para volver el tema oscuro. Por ejemplo, en una ocasión el festival cayó en San Valentín, y el tema era "Rojo". Decidimos usar sangre en lugar de corazoncitos, teníamos una Caperucita Roja vestida con un corsé de cuero negro y una caperuza de cuero rojo. El resto de la banda se disfrazó de lobos sangrientos. En otra edición el tema era la vida marina, nos presentamos personificando un océano contaminado por un derrame de petróleo. Cuando el tema fue El Circo, nos vestimos como los músicos del circo en un Desfile Negro.

¿Han tenido oportunidad de trabajar con otros artistas?¿Tienen alguna colaboración soñada?
No hacemos colaboraciones porque no queremos hacer concesiones en nuestro trabajo. Pero nunca digas nunca.Si algún día colaboramos con algún artista, definitivamente será alguien de la escena alternativa.

Son conocidos por su apertura a interactuar con el público, ¿qué es lo que más les gusta de ello? ¿tienen alguna anécdota interesante?
Cuando invitamos a gente del público a tocar con nosotros, por ese instante se convierten en parte del grupo. Es una oportunidad para despertar el entusiasmo y tal vez, que se conviertan en miembros. Digamos que es casi un reclutamiento. Y si triunfamos en ofrecer un buen show y ver las sonrisas en los rostros de la audiencia, hemos cumplido nuestra misión.

¿Qué dice el futuro para Bateria Volle Petaj?
¿Qué podemos decir? Siempre espera lo inesperado. Pero por darte una pista de lo que pasa tras bambalinas, estamos transformando la legendaria ‘Warm Leatherette’ de The Normal y ‘Eat Liver’ de Laibach en canciones de samba.

jueves, 30 de marzo de 2023

Sin Título IV

El primer ataque de ansiedad que recuerdo me lo provocó una maestra a los ocho o nueve años. Por supuesto yo no lo sabía. Para mí la palabra "ansioso" significaba lo mismo que "emocionado", una connotación bastante más positiva que me hubiera gustado conservar tal cual. 

Esta maestra se encargó de que nunca más fuera así. Ni siquiera recuerdo su nombre, solo que me daba inglés y que era fea con ganas, de cara y de alma. Nunca nos dio una sola clase, en su lugar ocupaba su hora en la semana para leernos cosas que nos aterraran. No cuentos de terror, literalmente cosas aterradoras como teorías apocalípticas -las cuales aún me detonan- y notas sensacionalistas de las que te hacen sentir que no estás a salvo ni en tu propia cabeza, y hasta pasajes bíblicos que nos hicieran sentir que el diablo ya era dueño de nuestras almas -estoy casi segura de que se los inventaba. Qué clase de persona le enseña cosas así a niños de primaria, lo ignoro, pero se conserva en mi memoria como el segundo acto más cruel del que he sido víctima.

Recuerdo aún esa sensación de terror absoluto y sin sentido tras la primera "clase". Dudo que mis padres se dieran cuenta porque aún les cuesta. Recuerdo que me costaba mucho trabajo mover mi cuerpo para caminar o tomar cosas, y algo en mi cabeza -que desde entonces solo se esconde hasta que algo lo vuelve a detonar- me impedía expresar con palabras lo que me ocurría. Parte ignorancia de niña, parte terror de que si lo decía en voz alta se desencadenarían todos los horrores que esa maestra había insistido en leernos y todo lo que amaba se perdería por siempre. Creo que mis compañeros pasaron por lo mismo, porque esta situación duró tres o cuatro meses. Si hubo un valiente que lo pudo decir, tal vez no le creyeron.

Opté por salirme de sus clases con la excusa de ir al baño. Cuando no lograba hacerlo me tapaba los oídos de tal forma que su voz fuera solo un murmullo ahogado. No siempre servía. Creo que incluso hablaba más alto para asegurarse que ninguno de nosotros lograba escapar a su reinado de terror. 

Por esa época iniciaba la fiebre de Pókemon, y por supuesto que yo era parte de ello. Y como pasa con todo aquello que haga felices a los niños, no faltaron las señoras persinadas que lo acusaban de diabólico. Adivina quién era de estas. 

Y sin embargo, su intento de quitarnos lo único que unía a toda la primaria por igual fue lo que finalmente acabó con su dominio. El episodio de histeria colectiva con destrucción de tazos incluida (juro que llevó para la ocasión unas tijerotas de las que se usan para cortar el pollo y nos las dejó para romperlos)  y en mi caso particular rezos en llanto para salvar mi alma, fue demasiado grande para que pasara inadvertido por las maestras, y finalmente la corrieron. El resto del año tuvimos una maestra que tenía mucho trabajo por delante con los meses que perdimos, pero que se encargó de que la clase no nos volviera a causar ansiedad -aunque sí nos contara cuentos de terror los viernes.

Ahora puedo recordarlo y expresarlo, porque sólo ahora entiendo por lo que estaba pasando -y que no tenía porqué haberlo pasado. Sé que de ahí viene todo, y también sé que de ahí vienen los cambios súbitos y extraños que a fecha de hoy mi familia no ha podido entender. Nunca voy a entender sus motivos para provocar miedo en los niños que estaban bajo su cuidado, y espero que después de eso nunca volviera a ejercer. 

No sé si lo que hizo cuenta como maltrato psicológico, pero sí que dejó marcas que aún no se borran. Marcas que se convirtieron en fobia. En crisis que me roban el sueño por días y hasta por meses. En la imposibilidad de ver incluso ciertas películas aunque sepa que son ficción. En mordisquearme los dedos para intentar domar mi mente a las malas. En la inmediata reacción de salir corriendo cuando la conversación gira en un sentido catastrófico y sensacionalista que para algunos será tema de conversación, pero que para mi es volver a estar clavada en el pupitre, sudando frío y con las manos presionando con tanta fuerza sobre mis oídos que cuando los suelte van a dolerme. Eso cuando mi estómago no se encoge tan violentamente que tengo que correr al baño más cercano a vomitar.

Yo sé que no es normal. Se lo he contado a mis psicólogos cuando tengo la solvencia suficiente para atenderme. Si hubiera una cirugía para extirpar esos recuerdos y pensamientos para siempre, no me importaría quedarme en la calle con tal de pagarla. Tal vez por eso intento extirpar la desazón de hoy con esta entrada.

Ahora tengo armas que de niña no tenía. Tengo mis ejercicios, mi fe y mi meditación, y ahora tengo amigos y familia que me entienden y me apoyan. Incluso mis padres, aunque no lo entienden, están ahí para mí -no significa que me sea más fácil expresarlo cuando pasa, pero sí hace más fácil enfrentarlo. 

Y tal vez algún día, vencerlo.

martes, 24 de enero de 2023

Fantasmas de Navidad (en mitad de enero)

Las musas tienen el calendario desfasado. 



-¿Y cómo fue?

-Una estupidez-dijo el fantasma viejo.-Me enredé con las series que instalaba para este lugar y me electrocuté. Aún las usaban de bulbo en ese entonces.

El fantasma viejo no era tan viejo en realidad. Murió viejo, sí. pero hacía sólo unos treinta años. El fantasma joven, por el contrario, ya no era nada joven. En realidad, sus ropas delataban que en vida tal vez habría visto la ciudad surgir. 

-Las que están justo ahí, ¿lo ves?-dijo el viejo, señalando el intricado adorno estilo candelabro que el centro comercial montaba todos los años para las fiestas.-El montaje se cayó y yo con él. El enredo evitó que me rompiera el cuello, pero lo hubiera preferido mil veces. Se siente como lenguas de fuego bajo la piel.

El fantasma joven se sacudió con horror.

-Qué suerte que en mi época no existía tal cosa-repuso, tirando de la pañoleta en su cuello- aunque tampoco era muy seguro tener que depender de velas y lámparas de aceite en las noches.

-¿Y a tí qué te pasó?

-Antes aquí había un convento-dijo el fantasma joven.-Busqué refugio, pero la tormenta y el hambre me alcanzaron antes de siquiera tocar la puerta. Para cuando alguien se dignó a abrirme, mi cuerpo yacía congelado en la escalinata. Yo ni siquiera nací en esta ciudad, ¿sabe? yo era un viajero en busca de fortuna, pero verá que no fui muy claro con la clase de fortuna que buscaba.

Los dos amigos se conocieron cuando en algún punto de octubre la administración del centro comercial pasó a manos de un latino que en noviembre puso un altar de muertos. Ahí, frente a la alfombra de pétalos anaranjados, el espectro viejo y el joven no solo se conocieron, también se dieron cuenta que no eran los únicos. Normalmente los muertos penan solos y esa misma pena les impide verse entre sí, pero gracias a tan amable casualidad, ambos al fin tuvieron con quien hablar.

-He oído decir-prosiguió el fantasma joven-que la médium del local 2-F es una de verdad. Será refrescante hablar con un vivo para variar, ¿no lo cree?

-Me muero por ver eso.

De camino al local pasaron frente al gran Árbol de Navidad con sus luces doradas y sus adornos de colores. Frente al mismo, sentado en un enorme sillón de terciopelo, el Santa de ese año posaba para un fotógrafo visiblemente cansado, rodeado de un grupo absurdamente grande de hermanos pequeños.

-¿Y ustedes creían en ese?-preguntó con sorna el fantasma viejo.

-Por supuesto... aunque lucía muy diferente en ese entonces. Mucho más elegante al menos.

-Meh.

-¿Usted no?

-Cuando era niño. Después me fue imposible.

-Sabe, siempre encontré encantador lo del carbón...

-¿Encantador?-rió sardónico el viejo.-Sólo un riquillo diría algo como eso.

-Al contrario, mi amigo, tuve poco en mi juventud -aclaró el fantasma joven, con una sonrisa jovial-pero siempre con amor. Con lo del carbón me refiero a su lado más poético. Lo veo como una muestra de amor duro, si usted quiere.

-Sigo sin entender.

-No se le puede premiar a un niño malcriado, pero si no se le da nada pensará que no es amado, y eso sólo empeorará lo que se quiere corregir. Es como decirle que puede hacerlo mejor.

-Pues a mí el panzón no me trajo ni eso. Eran pocas las veces que había regalos para mí y mis hermanos. Si hubiera tenido hijos... o tal vez me hubiera servido a mí-reflexionó el fantasma viejo, con una nota de pesadumbre-habría estudiado más y no me hubiera muerto siendo un vil instalador.

-No se menosprecie, amigo-dijo el fantasma joven, dándole una palmada en el hombro.-Todo trabajo honesto es digno, puede sentir orgullo de eso.

-Lo dices como si hablaras con alguien más que yo.


La médium del 2-F ya era una mujer mayor; tenía el local lleno de artefactos místicos y vacío de clientes, apestado de incienso y de otro par de hierbas que definitivamente no eran incienso. Los dos amigos al entrar vieron que estaba profundamente dormida frente a la bola de cristal.

-Increíble que estas supercherías sigan teniendo creyentes-dijo el fantasma joven con un dejo de desprecio.

-Pues aquí nos tienes, ¿no? Dime tú quién cree en fantasmas ahora-se burló el fantasma viejo, dando dos fuertes palmadas.-¡Oiga, vieja loca! ¡Despierte!

Toda ella cascabeleó con una violenta sacudida al despertar, tanto por las monedas que adornaban su ropa como por su exagerada joyería. Los fantasmas notaron también que la dama era ciega.

-Buenas noches...-dijo, tallándose los ojos.-Lamento hacerlos esperar.

-Tenemos todo el tiempo del mundo, señora-bromeó el fantasma joven. La mujer se levantó de su mullido sillón púrpura y apoyada con el mismo y un bastón, se dirigió a la trastienda, donde sobre un mueble de cocina con varios cajones que parecía caerse a pedazos había una parrilla encendida y una tetera.

-¿Gustan un té?-preguntó cortésmente.

-Mejor un Levantamuertos-dijo el fantasma viejo mientras su amigo contenía la risa.

-Si tiene un Vuelvealavida, estaré encantado.

La mujer rió con sarcasmo, tanteando en los cajones hasta encontrar una taza blanca y un par de vasitos de laca negra bastante curiosos, de aspecto oriental, junto con una segunda tetera más pequeña.

-Levantamuertos y Vuelvealavida, ¿no?-de un par de latas sirvió café en la taza blanca y un preparado de hierbas en la tetera pequeña.-Tengo algo parecido. No es lo mismo, pero sé que les gustará.

Los dos amigos se miraron incrédulos, pero con un gesto de suficiencia, después de todo habían encontrado lo que venían a buscar. La médium llevó a la mesa de sesiones una bandeja con la taza de café y el servicio oriental.

-Y díganme-preguntó, sirviendo la infusión desconocida en las tacitas de laca negra-¿qué los trajo por fin a verme?

-No me dirá que nos ha visto pasar-se burló el fantasma viejo.

-A mi manera-sonrió la mujer en su dirección.-Pueden tomar las tazas, veo que la duda los está matando.

Efectivamente, los espectros pudieron tomar los recipientes sin que se les escurrieran a través de las manos. Y no sólo eso, podían percibir el sabor de la infusión, a ratos amarga y a ratos dulce.

-No está mal-dijo el fantasma viejo-le falta whisky, pero no está mal.

-Ay, no sea quisquilloso-lo reprendió el fantasma joven.-Es la primera vez en tres décadas que logra probar algo, sólo disfrútelo.

-Si de verdad se quieren quedar a platicar-advirtió la médium-tómenlo lento. No querrán irse temprano, ¿o sí?

-No es como que tengamos otro lugar a dónde ir.

La médium sólo sonrió con benevolencia. Prácticamente no dijo nada en el resto de la tarde, sólo daba sorbos a su café y preguntaba cosas de vez en cuando. Mientras tanto, los dos amigos seguían platicando vivamente del pasado, de la nostalgia navideña, de lo mucho que los tiempos habían cambiado y de qué formas todo seguía igual. Ni siquiera advertían cuando la dama llenaba de nuevo las tacitas negras antes de que se vaciaran. 

En algún punto, comenzaron a platicar de los seres amados que hasta entonces se habían guardado de mencionar; los que se fueron antes y los que -en el caso del fantasma viejo- aún quedaban. El fantasma joven añoraba con el corazón roto un amor del pasado, y el viejo recordaba con cariño a padres y hermanos.

-Me quedan un par de sobrinos, ¿sabes? vienen a veces a comprar a este lugar. Daría lo que fuera porque me pudieran ver... he visto que por esta fecha compran velas blancas en este local.

-Creo que los he visto, pero siempre vienen al final del día-dijo la médium-¿porqué no va a visitarlos?

-Señora, no sea insensible-la reprendió el fantasma joven.-¿No ve acaso nuestra situación? Estamos aquí atrapados, penando como coloquialmente se dice. 

-La pena y la dicha están en el corazón-dijo ella-y ya que estamos, ustedes tampoco se han visto muy sensibles con mis circunstancias. Pero igual les agradezco la visita. Es una pena que haya durado tan poco.

Hasta entonces, los dos espectros notaron que sus tazas al fin estaban vacías. Miraron con curiosidad los restos en el fondo, pero ni una sola hoja lograron reconocer.

-Antes de irse-dijo por último la médium-deberían salir a ver la nieve. Debe estar hermosa esta noche.

Los dos amigos se despidieron de su anfitriona y al salir del local se encaminaron a la puerta principal del centro comercial, la única que jamás podían atravesar. Desde los altavoces se anunció que ya era hora de cerrar, seguido de un "Feliz Navidad" un tanto sobreactuado.

-Casi olvido que es hoy-dijo el fantasma viejo, mirando el reloj dorado sobre la puerta, decorado con guirnaldas. El de su muñeca quedó eternamente congelado con la hora de su muerte.

Afuera, la nieve era prístina, refulgiendo con los colores de las luces que iluminaban la fachada, y el viento helado la hacía bailar en gentiles remolinos. Era tan gruesa que los pies se hundían hasta el tobillo.

-La dama tenía razón-susurró embelesado el fantasma joven-la nieve se ve tan bella...

-¿Cómo puedes encontrar bonito lo mismo que te mató?

-Usted nunca se ha quejado de las luces, ¿me equivoco?

El fantasma viejo no pudo evitar sonreír. Era cierto, si de niño no se hubiera enamorado de las luces no se hubiera dedicado a ellas. La ironía de morir haciendo lo que uno ama.

En medio de las reflexiones del uno y el embelesamiento del otro, una sombra a caballo apareció frente a las puertas de cristal, ambos tan negros que ni el reflejo de la luz sobre la nieve lograba revelar su identidad, solo haciendo distinguible la oscura capa y el sombrero de terciopelo. La sombra se apeó frente a las puertas sin que se abrieran, como si no hubiera nada ahí, pero al verlo el fantasma joven quedó estupefacto, dirigiéndose sin más a la puerta.

-¿A dónde vas?-preguntó el fantasma viejo, quedándose mudo al ver que por primera vez, su amigo era capaz de pasar por el vidrio de la puerta como quien pasa bajo una cortina de agua, sin escucharle. Una vez afuera, el fantasma joven desapareció en la borrasca.

La gente pasó a su lado, saliendo con una premura proporcional a la cantidad de cajas y bolsas que cada quién llevaba entre manos. Por encima del barullo, una voz infantil se oyó mucho más clara que todas las demás:

-Mamá, ¿porqué siempre compras esas velas raras?

-Son para ponerle a la foto del tío, corazón-dijo una voz familiar-para que encuentre el camino a casa.


Los edificios frente al lujoso centro comercial habían desaparecido, pero este seguía ahí. Era la primera vez que el fantasma joven lograba ver la fachada que tan vívidamente le había descrito su amigo durante meses, adornada con figuras de ángeles dorados hechos con cableado de luz. Por la puerta del mismo vio salir al fantasma viejo, siguiendo a una familia que se dirigía a un coche plateado. Fuera de estos elementos, todo rastro de modernidad había desaparecido, y en su lugar el fantasma joven se vio rodeado del mismo oscuro y espeso bosque que lo había visto morir, con la nieve relumbrando bajo la luna fría y danzando con el viento a su alrededor.

Una voz dulce, pronunciando su nombre, lo devolvió a su realidad.

-¡Eres tú!-la figura oscura se quitó el sombrero, revelando un hermoso rostro que el fantasma joven no creyó volver a ver.-¡Al fin te encontré! ¡Siglos buscándote y al fin te encontré!

Al tiempo que el amado nombre que juró nunca olvidar brotaba de sus labios, el fantasma joven se arrojó a sus brazos, sintiendo como el sufrimiento y la pena se desprendía de su cuerpo como pesadas cadenas que se abrieran y cayeran.

El fantasma viejo lo vio subir al caballo negro junto con la otra figura, adentrándose en un bosque que el jamás había visto, hacia un punto de luz azul que guiaba un camino a lo desconocido.

-Feliz Navidad, amigo.-murmuró sonriendo, mirando por la ventana del coche plateado, sentado junto al sobrino nieto que ahora sabía, se llamaba igual que él.




jueves, 1 de diciembre de 2022

Confesión demoníaca a un pobre párroco incauto

En mi defensa, nunca pensé que las cosas me fueran a salir tan mal. O tan bien. En realidad ya no tengo idea de nada.

¿Qué le digo, padre? Sólo era la posesión de rutina: un pobre menso se pone a jugar con una Ouija o repite pendejadas frente al espejo que sin querer hacen sentido, cosas así, y el primero de nosotros que llegue al cuerpo ya la armó. De parranda en el mundo de los humanos hasta que nos exorcicen... o hasta que el cuerpo aguante si tenemos suerte, porque una vez que entramos si nadie nos corre nos comemos el alma -si la bastarda no se escapa al cielo, desde luego- y el cuerpo se empieza a pudrir de dentro hacia afuera.

Pero pues decía: la posesión de rutina. Cortesía de una pendejilla de secundaria que además hizo un tablero dibujado en el piso. No le quedó mal, puso velitas y toda la madre -¿le molestan las groserías, padre? pues se chinga-me gusta cuando hacen eso. Digo, realmente no sirven para la chingada pero me siento especial, como que de verdad me quieren y no estoy sólo para que me pidan cosas. Claro que si le hubiera prestado más atención a la escuincla que a las pinches velitas y detallitos quesque mágicos me habría fijado en los brazos. O en el charcote de sangre en el que estaba tirada ella. O en el maldito cuchillote cebollero que aún tenía en la mano. Pero no, pendejo de mí. Para cuando crucé el umbral y entré en su cuerpo ya era tarde, y no llegué ni a oler el alma. Me quedé con hambre, y además ahora estoy sellado en un cuerpo muerto.

Ahora, déjeme le explico padrecito: una cosa es que se mueran durante la posesión -entre más pelea da el alma mejor sabor tiene- o que nos sacrifiquen un pollito. Digo, un alma animal no sabe igual, pero a quién le dan pan que llore, ¿no? Pero nunca falta uno de estos. Ningún demonio entiende por qué algunos dan su propia vida, pero ah que pinche molesto. Cuando el invocador se "sacrifica" por nosotros, lo único que hace es jodernos: en cuanto entramos al cuerpo, el alma se extingue porque se reniega de ella, el cuerpo se sana y en lugar de pudrirse nos quedamos atrapados viviendo la vida del humano pendejo que nos selló dentro, y no conozco a ninguno de nosotros que haya podido escapar.

El caso es que llevo viviendo su vida casi un año, cuando este cuerpo debió caerse a pedazos después de un mes o dos. Mi esencia debió acabar con esta carne desde cuándo, oiga. Al principio me divertí con tonterías chiquitas, robar, atacar gente, hasta coger sin distinción ni discreción, aunque no soy ni súcubo ni íncubo -que no me gustó por cierto, no sé que les encanta de eso a esos malditos ninfómanos. Creo que lo único que no hice fue matar, pero ya lo he hecho con otros cuerpos y la neta no me pierdo de nada. Y no es como que pueda hacer otra cosa. Estando sellado sólo eres un habitante; no puedes usar fuego demoníaco, ni levitar, ni todas las cosas chidas que hacen que la posesión valga la pena -y que ayudan a la putrefacción. aunque si puedo cambiar la voz y hablar en idiomas perdidos, pero hay humanos que pueden hacerlo, ¿así que chiste?

Pero un día regresé a su casa. Me duró la juerga unos dos o tres meses antes de darme cuenta que no me había podrido, y regresé a su casa. Y ahí empezó mi verdadero infierno.

Y empezó porque sus papás, sus hermanos, sus amigos, bueno hasta su pinche novio la habían estado buscando, y llamaron a la policía y pusieron anuncios y todo ese desvergue que hacen los humanos cuando los niños saltan por la ventana y no regresan -como esta escuincla. Y cuando llegué la estaban esperando en la sala todos juntos.  Y cuando entré por la puerta lo hice usando su cuerpo, sin cambiarle ni el uniforme manchado de sangre; preparándome mentalmente para la señora madriza que le pondrían a ella, o el señor exorcismo que me pudiera liberar -aunque volviera al infierno después.

Nada. Peor que nada. Su mamá y su papá me abrazaron llore y llore, toda la familia me preguntó que qué pasó, que si estaba bien, si me pasó algo, que porqué había sangre por doquier. No respondí a nada, pero igual no les importó. Me dieron sopita y ropa limpia, y me acostaron en la cama como si tuviera gripe o yo no sé qué chingaos. El novio no dejaba de darme besos en la cara y en las manos, y los hermanitos chicos no me querían soltar. Hasta se durmieron conmigo. El único que se dio cuenta fue el gato que se me echó encima a punta de arañazos, pero a ese pinche animalejo ni quien le crea.

Y ese es el problema padre. No tengo corazón para decirles la verdad. Nadie me había tratado tan bonito ni me había querido tanto. Que sí, ya sé que la quieren a ella, pero ya me acostumbré a su nombre y a usar sus cosas y a su lugar en el mundo. Ya ni me sabe hacer chingaderas, porque siento bien feo de hacer llorar a su mamá o de que me regañe su papá. El novio me cae bien pinche gordo, pero gordo bonito, no sé si me entiende. Se ve que la quería un chingo y siempre que me viene a ver -porque por supuesto estoy castigado- me trae flores y dulces y así todo bonito. A nosotros nadie nos da flores, padre. Digo, que te sacrifiquen un chivito está chido,  pero que te den flores es otra cosa, es como si te dijeran que qué bonito estás aunque seas feo como la chingada y te salgan cuernos hasta por debajo de los ojos como a mí.

Por eso estoy aquí, padre. Aprovechando la única ventaja de estar sellado que es ir y venir por las iglesias sin quemarme. Yo tampoco puedo creerlo, pero estoy desesperado. ¿No me puede hacer el favor de exorcizarme? No me importa volver al infierno, la culpa es peor que todo lo que me puedan hacer cuando regrese. ¡Écheme la mano, no sea ojete!

¿Cómo que no?

¿No me cree? 

¡No sea mamón, ayúdeme! 

...nononononono no le diga a mi mamá, así no nos llevamos! ¿no que pinche secreto de confesión y que la...?  

¡Ok, ok, ya, ya me voy! pinches humanos, sólo creen en lo que les conviene... por eso ya nadie los pela allá arriba...

Daño colateral

 Meridienne tiene un padre. Y Dios sabe cuánto quisiera que no fuera así La idea detrás de mi pequeña sirena, y de muchos de los textos en e...